22 agosto 2006

Un partido como la mierda

Enviado por: Felipe.

Corrían mis 14 años, y mi hermano mayor haciendo algo fuera de lo normal me invita a jugar a la pelota un día domingo por la empresa donde trabaja contra un equipo de otra región, por lo cual se venía el paseo de "yo y mi hermano".

A las seis de la mañana estaba listo tomando el bus y feliz de compartir del por ese entonces casi desconocido hermano que tengo. Tenemos una diferencia de edad de 8 años y mientras yo estaba en la edad del pavo, él andaba detrás de cuanta mina se le cruzaba. En fin, el viaje fue tranquilo y grato, el paisaje era lindo y el ambiente en el bus relajado.

Primera parada. Sube un vendedor de sanguches y confites de los cuales me como dos de cada cosa y un empolvao (sin manjar colún por cierto). Una hora después sube un vendedor de empanadas, mi hermano me mira y me da una. Rica la weá, me la devoré en 2 segundos. Luego de pasados otros 60 minutos llegamos al epicentro de la reunión deportiva por la cual nos juntamos. Ahí estaba el otro equipo esperando a su rival de turno.

La cosa no quedo ahí. Nos recibieron con un asado, papas mayo, bebidas al por mayor ensaladas surtidas, chancho, cordero y un cuanto hay de comida típica de esos lados. Yo, por supuesto siguiendo el ejemplo de mi hermano, comí... como vaca.

Reposé unos treinta minutos... y a la cancha mi alma.

En principio no le tomé el peso a la situación, me cambie de ropa normalmente, me puse la 10, la empresa tenía el equipo de la UC (la roja de recambio), parecía un verdadero futbolista.

Piqué un pase para entrar en calor, pero un dolorcillo en la parte baja del ombligo me hizo parar y caminar... no, no puede ser, me dije.

Tomé el balón y disparé al arco, "una contracción, mierda" dije y mierda era.

No puede ser, tengo que jugar, para eso me trajeron. Entre el nerviosismo y las contracciones más seguidas, intenté seguir adelante apretando los cachetitos de vez en cuando con un dolor punzante en la guata que me hizo sudar frío.

Siete minutos después salí corriendo del partido, me importó una raja nada. Tenía que cagar. Un baño por la xuxa... y el baño a la xuxa.

Empecé corriendo, pero terminé caminando con las patitas juntitas y apretando como si lo que se me iba a salir fuera un balón de gas de 45.

Estoy llegando, el baño parece que me hace el quite, no llego nunca por la xuxa. Pienso "estay llegando weón ¡aguantemos, aguantemos!", tomo la perilla para girarla y con un movimiento felino sentarme de manera circense en el water más cercano a la puerta, ¡pero no lo logro! El mar de mierda sale sin permiso cayendo como una cascada por los pantalones cortos y blancos de la universidad católica. Mierda, un hilo de sudor corrió por mi frente, aceleré y torpemente me bajé los pantalones. A la primera no le achunto a la taza, así que salpiqué por fuera al ídolo de loza, el piso, mis calcetas, zapatos, ¡dejé la cagá! Pero eso sí que sí, sentí el alivio, sentí que todo salió de mi organismo. Luego de la tormenta de mierda, veía la caca por todos lados, veía mis pantaloncillos, mis calcetas, la cara de mi hermano, la cara de sus compañeros de trabajo, la cara que le iba a poner y la cara que me iba a dejar.

Como puedo lavo la ropa, quedó amarillenta (no percudida necesariamente) con un impregnado olor a mierda y así mismo húmeda la echo en la bolsa del equipo de donde la saqué. Me visto y salgo a ver el partido, mi nerviosismo va en aumento, por la xuxa.

Termina el primer tiempo, y los equipos van al camarín a refrescarse.

Pero ¡oooohhh! llegan y salen corriendo, haciendo arcadas, "¡la hueá hedionda!".

Yo miro pa otro lado, mientras mis compañeros de equipo, los compañeros de trabajo de mi hermano, le piden a nuestros rivales el camarín ya que el otro está pa la cagá. Mierda weón, me quería enterrar.

El partido terminó, perdimos 5 a 3 y mi hermano no dijo nada, nunca me lo recriminó, aunque tampoco nunca más me invitó a jugar otra vez, pero fue pa mejor, ¡así no dejo la cagá! :(

N. del E.: Se modificaron algunas cosillas del texto enviado por Felipe, pero la completa esencia de éste sigue intacta. Gracias Felipe.

01 agosto 2006

Convivencia

Por: Enrikín.

Es claro que el momento de cagar es más que íntimo. A veces no podemos controlar que aquellos lindos minutos así lo sean. Me refiero a que no podemos asegurarnos siempre de que así será.

Un día me senté en el baño dispuesto a evacuar. Tenía que soltar dos días de tensión, poco dinero y las malditas putas deudas. En fin, eliminar la miseria del cuerpo. Quizás sea la única forma que tenemos de botar la basura nosotros los seres miserables. Y en eso estaba cuando...

- ¡Hey! ¿Qué haces...?

- Disculpa, pero debo maquillarme.

- Pero estoy cagando ¡por la chucha, estoy cagando! ¡déjame hacer algo tranquilo!

- Vivimos juntos, ¿qué tiene?

- Privacidad para cagar es lo único que te pido. Puedes maquillarte en otra parte.

- ¿Dónde?, no hay más espejos aquí.

- Ok. Soporta el olor entonces.

- ¿Te das cuentas que estamos a otro nivel de nuestra relación? Jajajá...

- Ándate a la mierda.

- No me tienes paciencia.

- A la chucha.

- Ya, relájate. No me demoraré.

- Como si fuera entretenido que te vieran cagando.

- No siento olor a caca...

- Claro poh, entraste y se me quitaron las ganas.

- Ya tranquilo, llevamos dos meses viviendo en este lugar, sabías que en algún momento iba a pasar.

- Por favor termina luego.

- Mi trabajo requiere de un buen maquillaje.

- Y el mio de tranquilidad mental.

- Claro, siempre voy a ser yo quien tiene que hacer reir y tu el serio. Ya, chao, te dejo cagar tranquilo para que no te mates. Nos vemos en la noche.

- Ojalá a ti te dé cagadera...

Puta madre, llevaba diez años en este circo y justo tenía que compartir el trailer con un payaso culiao nuevo. Suerte que no se demoró tanto y pude cagar tranquilo. Tiempo después nos acostumbramos y yo hasta me limpiaba el poto cuando este hueón se pintaba la cara de risa. Nunca es agradable saltar en el trapecio con la guata dura. No señor.