06 agosto 2007

Cagar en el río

Por: Polakín.

Hola chicos/as.

Hace algunos meses me encontré sentado conversando diferentes mierdis con amigos, y en el calor de la tertulia salió a la palestra el tema de la caca. Debo reconocerles que yo empujo pa allá así que no deben extrañarse.

Estabamos con el tema a flor de labios cuando de pronto saltó un tata (que podría reclamar no ser tan tata) contando sus aventuras de adolescente. La historia me dejó con la come mote llena de risa por quince minutos non stop.

Resulta que mi tío en cuestión partió contando de cuando era cabro, remontando las acciones a la década de los ochentas mientras andaba mochileando pa allá pa Victoria, un pequeño pueblito que queda cerca de Temuco en la Región de La Araucanía.

Un día de esos, cuando en las fokin radios sonaban unos sobrevalorados Soda Stereo, Juanito y sus amigos almorzaron un plato de tallarines a medio cocer que los dejó en la cornisa de una cagadera segura. Y claro, según me han contado, cuando uno se va a mochilear o acampar se raja tomando y drogándose ¡horror! La cosa es que en la nochecita de ese día incorporaron a su organismo la rica mezcla de grapa con yupi. Jajajá loreense esa weón... No les miento.

Horas más tarde según cuenta mi socio, el concierto de tripas y los malditos retorcijones anunciaban el desembarco de cientos y cientos de gramos de caca, así que partió raudo a las orillas del río para evacuar.

Producto de lo curao que estaba, recién después de cortarle el cogote al último mojón este weón se dio cuenta que no tenía papel para limpiarse. En ese momento cachó que estaba en un problema y se sumergió en el proceso de tener que resolver qué hacer. Miró a su lado y la abundancia de flora lo llevó a pensar que quizás unos helechos que estaban cerca eran la alternativa. Pero no fue así, ya que le dio miedo que quizá se le enronchara el culo con alguna hierba extraña.

Entonces amigos y amigas, nuestro valiente protagonista resolvió que la solución estaba bajo sus pies. El río en sus orillas estaba lleno de piedras, así que decidió utilizar las suaves rocas para limpiarse el shiquitín. Él asegura que se dio el trabajo de elegir piedra por piedra las más adecuadas cual Amélie queriendo hacer patitos. Mientras tenía su pálido culo al aire las limpió, las sopló y procuró ir girando con sus dedos el pedazo de roca, para no cagarse la mano mientras trataba de higienizar el nudo de globo ¡Ay señor!

Pero claro, no se quedó así... Luego de haber repasado varias piedras por su canaleta le vino la decencia y sintió que no quedó del todo limpio. Ahí recién ascurrió que el río es agua y obviamente el vital elemento servía para sacar las últimas trazas de caca que le pudieran quedar. Caminó agachado, a lo pingüino, pero mareado y aún con la raja al aire, en una escena que podriamos describir como poco digna. Con las piernas flectadas se mojaba las manos a orillas del río y recogía agua para humedecer sus maltratadas asentaderas. Terminado el proceso de limpieza subió sus ropas y con los cachetes húmedos regresó donde sus amigos para contar tamaña hazaña. Increible.

Pasa cada cosa en este mundo, y nos huevean a nosotros por tan sólo escribirlas.