20 diciembre 2006

La verdadera historia de Gollum

Por: Enrikín

Fue un día nublado. Una extraña brisa fría envolvía la comarca de los hobbits. Todos estaban trabajando muy alegres y entretenidos porque en la noche celebraban la fiesta de la amistad y esperaban la siempre bienvenida visita de Gandalf el mago y sus fuegos de artificio.

Salvo Smeagol que era un hobbit especial, joven y curioso. Aquel día trabajó la jornada de la mañana, pero en la tarde decidió no volver a las labores de la comarca. El hobbit se fue al bosque de los sueños que quedaba algo alejado.

Pese a que los hobbits son muy sociables, Smeagol era más bien solitario y soñador. Gustaba de cerrar los ojos y viajar hacia fantásticas aventuras y guerras de la Tierra Media, con elfos, hombres, magos y orcos. Soñaba que era un valiente hobbit al que le habían encomendado una misión especial, pero llena de peligros.

Ya en el bosque, el hobbit se acomodó bajo un árbol, cerca de un arroyo de aguas cristalinas y sacó de su bolso varios embutidos, pan, frutas, carne seca y cerveza. Luego de zamparse todo, secar el receptáculo de cerveza y fumar unas bocanadas de su pipa, se estiró sobre las hojas secas y trató de dormir. Sin embargo, de pronto escuchó el eco metálico y musical de algo que había caído profundamente. La curiosidad del hobbit fue más fuerte y se puso a buscar el origen de aquel inquietante ruido.

Luego de caminar varios metros hacía un sector frondoso del arroyo descubrió una pequeña entrada a unas cavernas. Trató de seguir hacia al interior de aquel misterioso lugar, pero se dio cuenta que no podría avanzar por la oscuridad.

Salió de las tétricas cavernas y volvió sigiloso a la comarca. Buscó algunos materiales y combustible para hacer antorchas. Puso más comida y cerveza en su bolso, luego volvió al lugar sin que el resto de los hobbits se dieran cuenta de lo que el joven Smeagol tramaba.

Cuando llegó al lugar ya estaba oscureciendo, pero no le dio importancia porque iba preparado y le gustaban las aventuras. Una vez adentro encendió la antorcha y comenzó a caminar lentamente. Cada paso que daba parecía que la caverna crecía y crecía. La llama de la antorcha se reflejaba en las brillantes y oscuras paredes, lo que deba un color espectral al lugar.

Smeagol estaba hipnotizado. Caminaba como zombie por las cuevas. No se dio cuenta cuanto había recorrido, pero ya habían pasado varias horas desde su entrada al lugar.

De pronto le vienen unos retorcijones y le salen unos gases que avisan la cagadera que se venía. El hobbit miró hacía todos lados hasta que observó un rincón adecuado por donde corría un hilo de agua. Se acercó, acomodó su morral sobre una piedra, dejó la antorcha fija en un hueco en la pared y se acomodó para evacuar.

Cualquiera pensaría que por el tamaño de estos seres su cagada sería pequeña, pero no es así. Estos pequeñines comen más que emperador romano, beben cerveza como equipo de fútbol irlandés y fuman pipa para bajar la comida. ¿Quién caga poco con tremenda dieta?

Smeagol estaba en lo mejor cuando de pronto mira hacía un costado y se queda paralizado por un hermoso y luminoso brillo amarillento. Tal fue su impacto que no pudo seguir cagando e interrumpió la producción. La luz parecía llamarlo.

Se paró con los pantalones abajo y en actitud demencial caminó hacía aquel inquietante brillo. Caminó y caminó con cuidado de no tropezar. No se dio cuenta que había dejado la antorcha atrás, pues aquella luz lo guiaba. Caminó durante un buen trecho sin alcanzar el origen del brillo.

Tras un largo lapso de tiempo pudo llegar y ver que se trataba de un hermoso anillo. Lo tomó y lo guardó en uno de sus bolsillos. Todo se fue a negro.

El hobbit se perdió en las tinieblas de aquellas cavernas y sólo vivía para mirar la hermosura de la brillante joya que tiempo después bautizó como su “precioso”. Fue así entonces como lo abrazó la maldición. Por interrumpir aquella sagrada cagada, Smeagol, un joven y buen hobbit, se convirtió en el despreciable Gollum.

Ya saben niños y niñas, no hay nada tan importante como para interrumpir una evacuación de caca, y si lo hacen pueden terminar comiendo pescado crudo, hablar estupideces, tener doble personalidad, vagar semidesnudo, parecerse a Javier Miranda y morir en las profundidades de un volcán con un ojo en la cima.

FIN

13 diciembre 2006

Usted no lo repita

Enviado por: Wero.

Uno cuando es escolar siempre sale con alguna ocurrencia digna del programa Ripley, y aquel día miércoles luego de la clase de educación física, no fue la excepción. Era un caluroso día de noviembre que ameritaba una ducha ya que la clase había durado de 12:00 a 13:15 y a los 16 años uno ya se pone mas pretencioso y no se puede andar por la vida sudado y sin el Axe en las axilas ¿no?. Bueno, pero el punto no es ese.

En los camarines junto a mis compañeros, nos empezamos a cuestionar el viejo mito que versa que si uno se tira un “viento” (gas rancio que sale desde el mismísimo intestino) y se pone una llamita cerca del nudo de globo, el culo se transforma en un verdadero lanzallamas.

Intrigados por tal misterio decidimos hacer la prueba y nos conseguimos un encendedor. El siguiente paso fue enumerarnos para la ejecución del experimento.

A esa altura y previo a la ducha, ya todos estábamos a poto pelado así es que sólo era necesario colocarse en 90º y hacer fuerzas. Estuvimos varios intentando soltar un “gas”, pero a todos se nos cerró herméticamente la llave de paso.

Hasta que llegó el turno de Dani. El cabrito era una persona de contextura media que pasaba inadvertido hasta aquel día. Hizo su primer intento y nada, pero dijo que “ya venía”, por lo que siguió haciendo fuerzas y nosotros continuamos esperando. Mientras tanto nos turnábamos para mantener el encendedor prendido cerca de la “salida” de mi amigo.

Luego de varios intentos, y con los dedos quemados de tanto sostener el encendedor, por fin llegó el anhelado momento. El Dani era literalmente un yacimiento de gas natural. El peo que le salió era una obra de arte que en lo personal nunca me atrevería a imitar, y en los años venideros ningún amigo tampoco se atrevió a fabricar.

El peo produjo una llamarada semejante a la de un dragón, de una luminosidad parecida a la aurora boreal. Quedamos atónitos. Ni siquiera nos dimos cuenta de si tenía olor o no, habíamos visto “la luz” al final del túnel y ya nada importaba. Sin embargo no faltó el morboso que en fracción de segundos miró hacia el origen de aquel “gas”. Rápidamente advertimos que en el poto de mi amigo había medio mojón colgando (jojojo... risas de los editores).

Debido al esfuerzo que hizo nuestro compañero, el gas salió acompañado, y todos morimos de la risa botados en el piso. Claro que el drama recién comenzaba… ¿qué íbamos a hacer con el mojón invitado de piedra? Las duchas estaban junto a los baños pero separados por una puerta y a esa hora casi al final de la jornada los baños eran concurridos por muchos estudiantes.

El mojón ya no nos pareció gracioso, sino más bien tétrico. El Dani seguía en 90 grados por que no lo pudo entrar, y si se paraba lo iba aplastar. Si lo quería hacer entero nadie sabia con exactitud el tamaño o la consistencia con la cual podría salir. La única solución era esperar a que no hubiese moros en la costa y partir raudos al water con el mojón colgando. Nos dieron las 13:45 y por fin el Dani, (ya acalambrado de estar tanto en 90º) pudo sentarse en el ídolo de loza y desligarse de aquel engendro.

Se suponía que sería un episodio gracioso, pero hasta el día de hoy cuando nos juntamos con el Dani, comenzamos a recordarlo como una historia tétrica para luego a los 5 minutos quedarnos nuevamente en el piso riéndonos.

Nunca más volvimos a hacer el experimento.

N. de E.: Felicitaciones a Wero por la excelente historia. Esta es la segunda que publicamos de su autoría.

23 noviembre 2006

Historia de una eterna cagadera

Por: Polakín.

Mientras justamente dejaba la cagá en el baño, decidí contar la génesis y detalles de este hecho. Quizás el texto se haga un poco extenso (o muy extenso), pero inmediatamente te digo "lee posom!", además que hace rato que no escribía algo para el Blog. Esta cosa es pura cultura.

Lo otro que podís hacer es imprimir esta hueá y llevártela al baño. En fin, aquí voy y provecho (cambié algunos nombres para proteger a inocentes).

Ayer en la mañana me quedé dormido. Por suerte tengo la dicha de ser afortunado y mi adorada madre me despertó haciendo una llamada a mi celular que descansa en el velador. Siempre lo hace así. Más de alguno se preguntará poniendo voz de parálisis facial "¿Y por qué tu vieja no va a tu pieza y te golpea la puerta?". Y bueno, no sé. Muchas veces me ha pasado que su llamado lo confundo con la alarma del celular, y entonces corto. Ayer eso pasó una vez, y a la siguiente llamada miré el celu y caché que me llamaba mi vieja. "¿Qué querrá?" pensé, e inmediatamente exclamé en mi mente "chátumare, me quedé dormido". Puse mis pies en el suelo ágilmente y corrí a la ducha. Me vestí y partí a trabajar sin desayunar.

Acá en el trabajo cuando venís sin desayuno podís ir a comprar un sanguche donde el tatita que vende de todo en un furgón. Partí para allá con Steve (un compañero de pega) y este weón me convenció de probar el sanguche de arrollao huaso artesanal. Sencillamente era como un pedazo de mano en medio de una marraqueta. ¡Tremendo! Compramos la hueá, y Steve se rajó con un jugo de litro pa pasarlo.

Llegó la hora de almuerzo y fui con este weón a comer, sin mucha hambre la verdá, pero con la idea de alimentarnos bien. Arroz con tomaticán fue la dosis, y ahí quedé paralizado.

Durante la tarde pasé al baño pero literalmente me fui en puros saltos y peos. De todos modos me sentía bien así que no me preocupé.

Cuando llegué a casa a eso de las 23 horas, vi como una olla con lentejas me esperaba impaciente. Estaban recién hechas, y casi me hablaban.

Me serví un plato decente de lentejas, que rocié con quesito rayao como para darles ese toque más salado. Acompañé con pan algunas cucharadas y fui feliz saboreando tan delicioso plato. Lógicamente me serví más, digamos como para no quedar con gusto a poco. Así, con guatita llena hice algunas cosas y me fui a dormir, sin pensar en el mierdal que se estaba desarrollando en mi aparato digestivo.

Al día siguiente desperté y sentí que la guata pesaba más. Bajé al baño y me senté para eliminar peso. Mal, me fui en puro trámite mientras sostenía en mis manos el publimetro del día anterior. A ratos lo apretaba haciendo fuerza pero lo único que conseguía era que los ojos se me pusieran vidriosos y uno que otro puchero del pequeño.

Decidido a perdonar a mis intestinos y darles una nueva oportunidad antes de la ducha, me fui a desayunar. Me senté en la mesa y tomé una taza de té con medio pan. Las ganas de cagar casi habían desaparecido. De hecho pensé que sólo estaba hinchao y era cosa de relajarme no más.

Comí, vi los goles y escuché los comentarios del Aldo (Rómulo Schiapacasse) mientras le daba tiempo a mi humanidad para que trabajara en lo suyo. Con fe en mí pasé al baño, me empeloté para la ducha y me senté a cagar. Después de un esfuerzo enorme, logré evacuar unos tímidos zurullos que no alcanzaron a desocupar por completo el espacio que sentía pesado en mí.

Me duché y me vestí sintiendo la hinchazón. Repasé en mi mente el listado de huevadas que incorporé a mi organismo el día anterior y caché altiro que la cosa se podría poner fea. Salí de la casa y dirigí mis pasos al metro.

De inmediato comencé a sentir los retorcijones con la caminata. ¡Arrggg! ya no me podía devolver porque iba atrasado, así que apuré el andar no más. Quedaba una hora de camino hacía el baño de la oficina y esa era mi misión. El 70% de mi capacidad cerebral estaba destinada a mantener el culo cerrado para que no saliera gas ni mierda.

Llegué a comprar mi boleto, y agregándole angustia a mi situación me tocan esas filas huevonas de gente cargando la tarjeta multivía con ¡1.000 pesos! ¡¡¡Pero es que cómo tan huevones!!! ¡Viejas, viejos, pelotas de corbata, señoras con pinta de oficina cargando la tarjeta con luka! Si el pasaje cuesta entre 370 y 460 pesos ¿por qué cresta señora señor carga la hueaíta con mil mugrientos pesos? Si sabís que tenís que tomar el metro de vuelta, si sabís que mañana, y toda la semana, y todo el mes vas a usar la tarjeta... ¿por qué no le ponís 5 mil pesos altiro? Y de pasaíta te dejai de hacer filas todos los días, ¡haciéndole la vida más difícil a millones de chilenos! Por las reshushas, el chileno es muy rehueón. A veces pienso que Enrikín tiene razón cuando dice eso de “la raza es la mala hueón”.

En fin... compré mi maldito boleto de estudiante con la alegría que me embargaba. En el metro me fui quieto. Las frenadas me ponían nervioso y miraba para todos lados preguntándome si la gente sabía que estaba que me cagaba. Sentía todo mi cuerpo tieso y comencé a odiar mi cinturón.

Llegué a la última estación y caminé a tomar el metro bus. Sí, trabajo lejos estimadas/os lectores. Además mi situación de clase media (¿baja, alta, emergente?) no me permite aún ir en vehículo propio. Pagué y me senté al lado de la ventana, para aprovechar de abrir un poco y tomar más aire. El problema fue que no consideré el hecho de que sentado, mis interiores recibirían más presión que estando parado. Creo que así fue como empezaron la puntadas de izquierda a derecha. Ya no podía más.

De pronto pasando Vitacura, el tránsito se tornó cada vez más lento hasta convertirse en lo que estás pensando ¡sí... un maldito taco! justo a mí. Lo único que pasaba entre mis orejas era llegar al baño de la oficina y liberar mis penas. El dolor me afligía y nadie en el metro bus podía entender mi cara de incomodidad. Traté de dormir, traté de no pensar, pero la desesperación me lo impedía.

Pasaron los minutos, que fueron unos 40, y terminó el taco. Lo provocaron 5 vehículos en la bajada de la pirámide. Luego de eso el Metrobus agarró vuelo y el resto del camino se vino soplao. Sentí alegría, estaba a poquitos minutos de sentarme a poto pelao y evacuar la mugre que llevaba dentro.

Llegué a la oficina, dejé mi bolso y me saqué la chaqueta. Al instante llega Mery, una compañera de oficina, y me dice:
- ¡Polakín! te estabamos esperando, pasa a la sala de reuniones porque le vamos a cantar el cumpleaños feliz a Sharon.-

Horror. Para allá fui absolutamente tieso. Estaba todo el mundo, y estaban todos felices, y estaban todos contentos y todos distendidos. Era yo él único que pensaba en echar la cagá mientras todos contentos coreaban:"¡que los cumplas feeeeliiiiz!". Puse las nalgas duras para soportar el mierdal y me encomendé al pulento. Sentí que mi cara se deformaba y ya no daba más.

En eso caché la torta. Una hueá llena de crema que empezaron a partir y repartir.
- Toma Polakín -Me dijo Roger- entregándome un trozo de torta forrado en crema. Me vi obligado a comer.
- Polakín... ¿bebida o jugo?
- Bebida por favor ¡eeeh... no, no, jugo, jugo... !Albert! quiero jugo... no me dís bebida, gracias - respondí urgido. Si tomaba bebida, me cagaba ahí mismo. Casi cometo un error.

Terminé con el jugo y la torta, y caché a mi compadre Steve en la puerta, me acerqué y le dije textual al oído: - Compire, déjame pasar que estoy que me...-

Dicho eso, la salida fue libre y mía. Caminé al baño como quien camina a recibir un gran premio. Sentí un descanso espiritual enorme y el mundo cambió su medida de tiempo para quedar como esos finales de película. Era yo caminando en cámara lenta y con música épica de fondo, todo por ir a cagar. Entré al baño, me senté y solté los primeros peos de la gran cagada. Al principio salió a chorro y luego ya obré con más tranquilidad. Ahí fue mientras caían los barritos que pensé en relatar todo esto. Y aquí estás tú, leyendo como terminé cagando, y de algún modo sabiendo de mi pesar.

Muchas gracias. Les quiero. ¡Muchachas y muchachos, promocionen el Blog!

Por cierto... me paré, miré la mierda, y claramente se podía saber qué cosas había comido. Algo así como: Tu pasado te condena. En fin, no pesquen, son reflexiones hueonas.

15 noviembre 2006

¿De qué color se caga la muerte?

Por: Enrikín

La verdad es que este tema todavía tiene mucho que dar. Pero no me había imaginado en la siguiente situación. Quizás la pueden encontrar algo fuerte, pero la vida es así, ni blanca ni oscura, sino de todos colores.

Pues bien, hace unos días fui a buscar a una amiga que trabaja en un hospital porque habíamos quedado de tomar unas birritas después del odioso horario laboral. Una vez en el lugar la llamo a su móvil y me dice que se va a demorar unos minutos pero que suba al piso donde trabaja y me da un nombre de esos difíciles que usan los médicos. Luego de cortar pienso que preguntando se llega a Roma, pero me doy cuenta que no es tan así, pues a nadie le sonaba el nombre de mi amiga.

De pronto me encontré solo en un pabellón y realmente perdido. El lugar era donde estaban los enfermos terminales. Sus aspectos eran realmente tristes y espectrales. Me corrió un frío por la espalda. Hasta el pasillo era algo tétrico. Caminando medio perdido me topo con un enfermo que trataba de caminar por las frías baldosas, era un esqueleto enfundado en una bata blanca. Me saluda con una voz quejumbrosa, casi de ultratumba.

En fin. Lentamente el sujeto comienza a susurrarme si lo puedo acompañar un ratito. El tipo tenía el tragicómico aspecto de Don Ramón, pero más viejo y flaco de lo que se puedan imaginar, grandes ojeras negras y un color grisáceo en el rostro, su edad era indefinible. Se afirmaba de forma temblorosa en ese fierro con ruedas sostenedor de bolsitas de suero, y en este caso, dos bolsitas más.

Lo escucho amablemente, pero la verdad es que sólo quería zafar de la situación. En pocas palabras el tipo me dice que se demora unos 20 minutos en ir de la cama al baño. Es decir, en ir, sentarse, volver y tratar de acomodarse en la cama es al menos una hora. Por lo que para él era muy importante hablar con alguien entremedio de esa tortura.

Le pregunto qué enfermedad tiene y él me dice que está con una infección pulmonar que lo matará en 30 días por ser VIH positivo. Además me dice que la familia y los amigos no lo visitan y sólo cruza palabras con los otros enfermos terminales de su pabellón y la gente que trabaja en el lugar.

Yo ya me encontraba bastante incómodo. El insiste que hablar con alguien era como un respiro al aire libre. De pronto pienso algo macabro y antes de censurarme le pregunto ¿oye con qué frecuencia cagas?

El tipo abre unos grandes ojos de color indefinible y sin decir más esboza una sonrisa, tras lo cual le expliqué de nuestro blog, y mi ya nuevo mejor amigo suelta otra sonrisa. Claro que me asusté porque se podía desmayar ahí mismo por la situación.

Cuento corto, me explica que debido a las drogas, la dieta especial y el suero, iba al baño con poca frecuencia, eso significa cada dos o tres días, casi siempre era consistencia acuosa, color amarillo cetrino, sin el olor característico de la caca. Es decir, tenía olor a medicamentos.

Me cuenta que en su pabellón hay puros terminales, cáncer, VIH y otros males. Algunos que ya están en las cuerdas tienen que usar las frías chatas. Mientras me imagino estar casi muriendo y que te pongan esa mierda helada en el culo... es algo inhumano.

Finalmente, le pregunto su nombre, luego me despido y él me estira la mano cadavérica, un pequeño brillo de alegría vi en sus ojos. Le digo que voy a imprimir algunas historias del blog y se les voy a ir a dejar. Tras un par de chaos camino por el pasillo tétrico del hospital y busco la salida rápidamente. Una vez en la entrada respiro profundamente, miro a todos lados buscando un lugar para sentarme y llamo nuevamente al móvil de mi amiga.

27 octubre 2006

10 consejos para cagar en water ajeno

Por: Enrikín.

Hay veces en que el llamado de la naturaleza nos ataca en cualquier parte. Cuando no puedes luchar contra el tsunami de caca que se viene, obviamente se pone el pecho a las balas no más. Sin embargo, más de alguna vez nos ha tocado entrar a un WC que a primera vista parece limpio. Pero ¡¡¡stop, stop, pare pare!!! Antes de sentarse.

Aquí les doy unos tips, consejos o recomendaciones para poder leer el volante de loza antes del depósito.

1.- Lo más importante es que el asiento debe estar brillante y el agua cristalina, de preferencia sin esa aureola culiá que marca el límite del vital elemento. Así se nota que hubo preocupación por la limpieza.

2.- Si hay aureola debemos preocuparnos (en un water se pueden pegar infecciones). Aunque esté limpio el asiento hay que levantarlo y observar si hay suciedad. Ojo con esas puntitos de sospechosos y diversos tonos café, negro y verdosos, eso es mierda, y a veces hongos.

3.- En ese punto lo mejor es bajar el asiento, humedecer con agua (si en el baño vez cloro, alcohol o colonias es mejor) un buen trozo de papel y limpiar el lugar donde apoyarás tu delicado culito. Luego toma otro trozo de papel y seca el asiento. Recuerda poner papel entre tu culo y el water, por todo el borde, eso en parte dificultará que se te suban bichos a la raja. Así ya puedes sentarte y expulsar el vendaval de mierda.

4.- Si hay manchitas, rayitas y residuos de caca flotando en el water es porque alguien dejó sus huellas antes que tu. Lo recomendable es hacer el mismo procedimiento del tip 3 y además tirar la cadena. Por lo general después de tirar la cadena (o cisterna como decía nuestro amigo español) cuesta que desaparezcan los rayones de mojón dentro del water, así que si no se van vuelve a tirar la cadena si es posible con algo de papel adentro. La idea es que cuando caguís y te salte agüita sepas que viene con bichos tuyos y no con los de otros.

5.- Volviendo al tema de los puntitos, los colores son importantes, si es clarito hubo una churretera de comida, oscuros son de churrete de caña y verdes son hongos. En este último caso es peligroso porque nuestras partes húmedas son propensas a agarrar todo tipo de champiñón hediondo. Siempre el mejor fungicida es el cloro, si hay en el baño úsalo, si no, vuelve al tip 3 y esta vez pon el doble de trozos de papel en el asiento para prevenir el contacto con hongos.

6.- Siempre, pero siempre que haya una ventanita es mejor abrirla, especialmente si es el baño de la oficina que compartimos con más gente. También recomiendo fumar un puchito, el olor es menos desagradable al de un vinagre churrete. Si te contorsionas un poco puedes lograr lo que Polakín hace, tirar el humo adentro del water para neutralizar el olor de los zurullos que flotan bajo tu raja.

7.- Tratar de dejar siempre lo más limpio posible. Recuerden ser solidarios con la persona que limpia el water de la oficina. Pobre señor o señora. Siempre he admirado a esos trabajadores.

8.- Jamás, pero jamás agarrar revistas, libros o diarios de baños ajenos. Recuerden que es fácil contagiarse de hepatitis y otras infecciones. Además, serios estudios indican que las personas que leen en el momento de ir a cagar no denotan inteligencia. Pero si es una costumbre se recomienda llevar su propia lectura.

9.- Tirar la cadena para verificar si corre bien el agua, este debería ser uno de los primeros tips, pero luego de leerlo no se les olvidará así que no importa si va casi al final jojo.

10.- Por último, mis queridos lectores, siempre lavarse las manos con jabón. Si no hay traten de usar cualquier detergente a mano, champú o lavalozas por ejemplo. Ideal que en los baños haya bidé, pero está en extinción, si lo hay les recomiendo usarlo. No hay nada mejor que un refrescante chorrito de agua para el chiquitín luego de una buena cagada.

¿Algún otro tip? Te leemos.

13 octubre 2006

La universidad es una mierda

Enviado por: VU.

Domingo en la noche. Tenía la guata llena de caca, hinchao como piñata quería puro soltar el esfínter pero no pasaba nada y me dolía más que la cresta. Mi vieja me vio la cara de aflicción así que me dio bicarbonato, -con esto lo soltai altiro- me dijo.

Me fui a dormir a punta de peos. El lunes despierto a las 6 am para ir a la universidad. Tomo café con leche y tengo un pequeño retorcijón como respuesta. Estaba atrasado y la primera clase era con la vieja más brígida de la U, así que ni cagando llegaba atrasado.

Pero llegué atrasado igual. Me siento. Me reta como en el colegio. Empieza la clase y al mismo tiempo los retorcijones -chucha la hueá, llegué atrasado y si salgo de la sala cago- me dije. En eso otro retorcijón retumba en mi guata y mi compañero de al lado me miro de reojo y abría las fosas nasales como tratando de cachar algún olor fétido. Ya estaba sudando, sentía que no se asomaba pero estaba ahí, lo sabía... ¡¡¡cresta!!! esta hueá es churrete. Al instante la profe me mira y me sermonea que yo no presto atención ¿y cómo lo voy a hacer si siento que se viene un aluvión entre mis nalgas?.

Decidido me paré bruscamente, mis compañeros pensaban que le iba a parar los carros, pero abandoné la sala raudamente, corrí al negocio como una gacela africana y compré dos pañuelos desechables. En tres tiempos corrí al baño del tercer piso, por suerte a esas horas de la mañana no había nadie. Todo despejado, cierro la puerta, me bajó los pantalones, me siento. Tras el relajo un sonoro y estrepitoso peo con challa sale y queda registrado a un metro de distancia de mi levantado culo... ¡¡¡mierda!!! ¿cómo limpio esta hueá?? En eso viene el resto.

El peo sólo era el anuncio de que algo peor venía. Se me hizo agua el poto literalmente, entre dolor e incomodidad de cagar así y sobretodo una hueá que no es sólida y sientes que te quema. Trataba de achuntarle al puto WC -¿por qué chucha los hacen tan chicos?- pensé.

Luego de 15 minutos de aborto espontáneo me limpié el culo, que parecía el hocico de un cabro chico cuando come helado de chocolate. Limpié las zonas afectadas por el chernobyl. Tiro la cadena y mis ojos se desorbitan cuando empiezo a ver q en vez de bajar todo empieza a subir. Me quedo espectante viendo como sube y palidezco cuando la hueá empieza a rebalsarse.

Abro la puerta del cubículo y el mierdal sale tras de mí, pero siempre mirándolo, me sigue en dirección a la salida. Cerré la puerta para evitar que saliera al pasillo y salió no más. Todo el esfuerzo estaba hecho, no quedaba otra cosa más que arrancar y proteger mi dignidad e integridad, así que como buen chileno me hice el hueón, miré para todos lados a ver si alguien observaba tan peculiar escena y me encamine hacia la sala. Entré mas aliviado y hasta acepté de buen humor los retos de mi profesora.

¡¡¡Timbre!!! Y salgo lento y con miedo para ver que pasaba con la parte de mi que estaba libre en la Universidad. El auxiliar iba corriendo hacia las escaleras

-¡¡¡Don Dani!!! ¿Qué pasó?- le pregunté,

-Un conschesumadre cagó y tapó el baño. La mierda y el agua corren por la escalera-

Entonces ahí lo vi. Una cascada con mi propia mierda. Me inundó una sensación de vergüenza mezclada con algo de orgullo de ser el progenitor de tal enorme cagada. Nunca más tomé bicarbonato. Para la siguiente vez prometí cagar inmediatamente al tener ganas, al primer retorcijón lo saco y si se pone cuático aplico cesárea.

21 septiembre 2006

Unos de los peores días de mi vida

Enviado por: Anónimo, desde la mismísima España.

Ser enfermo de Crohn no te facilita las cosas, pero yo prefiero tomármelo con filosofía e intento hacer mi vida normal. Mi enfermedad es una inflamación crónica intestinal, por lo que ya se estará imaginando el lector las tremendas cagadas que me tengo que pegar, en ocasiones inoportunamente, pero llegan y hay que evacuarlas.

Cierto día invité a mi novia a cenar en un burguer de barrio, de esos en los que te hinchas a comer por poco precio. La velada fue apasionante. Hablamos todo el rato e hicimos planes para después de los exámenes.

Pues bien, la noche transcurrió sin incidente alguno, lo malo vino después. Llegamos a su pisito de estudiantes y nos acostamos. Nos pusimos manos a la obra y... en fin, de esto no es de lo que tengo que hablar.

Cuando ya me estaba quedando dormido, la barriga empezó a pedir clemencia. Tenía que desalojar las dos hamburguesas y las tres pepsis que me tomé. Intenté aguantar, pero fue imposible. Me veo obligado a levantarme e ir al lavabo. Si no me gusta cagar en waters ajenos es por el tedio que da que me escuchen los peítos, y más si las que van a escuchar son las compañeras de piso de mi novia.

No pude sino intentar cagar lo más insonoramente posible, pero fue imposible. El gas de las pepsis empujaba mi caquita con fuerza, tal escopeta de balines. Cuando noté el gran golpe de mis tripas supe que lo que iba a sonar sería tremendo, y fue tremendo. Un gran ¡¡¡BOMMM!!! diarrético, de esos que se nota que tienes la mierda acuosa, sonó por los noventa metros cuadrados del piso. Tanto que hasta oí risitas provenientes de dos habitaciones y por desgracia no era de la de mi novia. En fin, ya puestos terminé la faena, me limpié y me acosté de nuevo.

La segunda consecuencia maligna de aquella situación llegó por la mañana, cuando entró una de las compañeras de mi novia al lavabo. El tremendo sueño que tenía, aumentado por la tremenda cagada que me dejó descansado y tranquilito, hizo que se me olvidase tirar de la cisterna. Sólo oí un ¡¡¡puajjjj!!! que se le escapó a la chica al oler ese hedor asqueroso. ¡Hostias! me puse rojo bajo la sábana al recordar que no tiré de la cisterna. La chica no dijo nada después, pero supongo que me echó maldiciones.

!Pero esto no es el fin tíos!. Cuando ya las otras dos nenas se fueron a la facultad, aproveché la oportunidad y desparecí de aquel lugar. Mi chica se quedó descansando porque ese día tenía las clases algo más tarde.

A poco andar los gases de la pepsi comenzaron a empujar de nuevo, traté de aguantar los más posible, y justo cuando sólo me faltaban 100 metros para llegar a casa pensé que ya no tendría problemas ¡¡pero me equivoquéeee!!.

A escasos pasos de mi portal veo a un tumulto de gente. Me asomo con curiosidad y con unas cojonudas ganas de cagar, pero tal fue mi sorpresa al ver que un vecino había fallecido y lo estaban bajando por las estrechas escaleras ¡Porque en el bloque de pisos no había ascensor!

¡¡Las tripas se enfurecían por segundos y los de la funeraria no hacían nada por aligerar la faena!! El bar de enfrente cerrado, ningún lugar para cagar. Ni siquiera podía abrirme paso entre la gente para entrar al portal y pedirle un servicio prestado a los vecinos del piso bajo.

Noto que se me calienta demasiado el ano y las tripas quieren escupir rápidamente. Pienso y repienso. Nada... De pronto, y en sólo una fracción de segundos ¡¡¡toda una cagada escurre por mis piernas!!! La única salida, esperar a que el funeral tomase otro camino.

Me fui al parque que había detrás, desierto a las 8 de la mañana, encendí un cigarro y con mucho asco me senté en un banco escondido tras unos matorrales de florecitas amarillas. Pasaron veinte minutos, me asomé al portal con los pantalones manchados y me dispuse a entrar con un olor apestoso que me abrazaba. Subí las escaleras y las pocas personas que quedaban cuchicheando me miraron y algunos rieron. En fin, abrí la puerta, me duché y ahí terminó unos de los peores días de mi vida.

FIN

N. de E.: El texto enviado por nuestro estimado lector español está íntegro. Sólo arreglamos pequeños errores de redacción y ortografía. Espero que sigan colaborando y leyendo nuestro escatológico blog.

22 agosto 2006

Un partido como la mierda

Enviado por: Felipe.

Corrían mis 14 años, y mi hermano mayor haciendo algo fuera de lo normal me invita a jugar a la pelota un día domingo por la empresa donde trabaja contra un equipo de otra región, por lo cual se venía el paseo de "yo y mi hermano".

A las seis de la mañana estaba listo tomando el bus y feliz de compartir del por ese entonces casi desconocido hermano que tengo. Tenemos una diferencia de edad de 8 años y mientras yo estaba en la edad del pavo, él andaba detrás de cuanta mina se le cruzaba. En fin, el viaje fue tranquilo y grato, el paisaje era lindo y el ambiente en el bus relajado.

Primera parada. Sube un vendedor de sanguches y confites de los cuales me como dos de cada cosa y un empolvao (sin manjar colún por cierto). Una hora después sube un vendedor de empanadas, mi hermano me mira y me da una. Rica la weá, me la devoré en 2 segundos. Luego de pasados otros 60 minutos llegamos al epicentro de la reunión deportiva por la cual nos juntamos. Ahí estaba el otro equipo esperando a su rival de turno.

La cosa no quedo ahí. Nos recibieron con un asado, papas mayo, bebidas al por mayor ensaladas surtidas, chancho, cordero y un cuanto hay de comida típica de esos lados. Yo, por supuesto siguiendo el ejemplo de mi hermano, comí... como vaca.

Reposé unos treinta minutos... y a la cancha mi alma.

En principio no le tomé el peso a la situación, me cambie de ropa normalmente, me puse la 10, la empresa tenía el equipo de la UC (la roja de recambio), parecía un verdadero futbolista.

Piqué un pase para entrar en calor, pero un dolorcillo en la parte baja del ombligo me hizo parar y caminar... no, no puede ser, me dije.

Tomé el balón y disparé al arco, "una contracción, mierda" dije y mierda era.

No puede ser, tengo que jugar, para eso me trajeron. Entre el nerviosismo y las contracciones más seguidas, intenté seguir adelante apretando los cachetitos de vez en cuando con un dolor punzante en la guata que me hizo sudar frío.

Siete minutos después salí corriendo del partido, me importó una raja nada. Tenía que cagar. Un baño por la xuxa... y el baño a la xuxa.

Empecé corriendo, pero terminé caminando con las patitas juntitas y apretando como si lo que se me iba a salir fuera un balón de gas de 45.

Estoy llegando, el baño parece que me hace el quite, no llego nunca por la xuxa. Pienso "estay llegando weón ¡aguantemos, aguantemos!", tomo la perilla para girarla y con un movimiento felino sentarme de manera circense en el water más cercano a la puerta, ¡pero no lo logro! El mar de mierda sale sin permiso cayendo como una cascada por los pantalones cortos y blancos de la universidad católica. Mierda, un hilo de sudor corrió por mi frente, aceleré y torpemente me bajé los pantalones. A la primera no le achunto a la taza, así que salpiqué por fuera al ídolo de loza, el piso, mis calcetas, zapatos, ¡dejé la cagá! Pero eso sí que sí, sentí el alivio, sentí que todo salió de mi organismo. Luego de la tormenta de mierda, veía la caca por todos lados, veía mis pantaloncillos, mis calcetas, la cara de mi hermano, la cara de sus compañeros de trabajo, la cara que le iba a poner y la cara que me iba a dejar.

Como puedo lavo la ropa, quedó amarillenta (no percudida necesariamente) con un impregnado olor a mierda y así mismo húmeda la echo en la bolsa del equipo de donde la saqué. Me visto y salgo a ver el partido, mi nerviosismo va en aumento, por la xuxa.

Termina el primer tiempo, y los equipos van al camarín a refrescarse.

Pero ¡oooohhh! llegan y salen corriendo, haciendo arcadas, "¡la hueá hedionda!".

Yo miro pa otro lado, mientras mis compañeros de equipo, los compañeros de trabajo de mi hermano, le piden a nuestros rivales el camarín ya que el otro está pa la cagá. Mierda weón, me quería enterrar.

El partido terminó, perdimos 5 a 3 y mi hermano no dijo nada, nunca me lo recriminó, aunque tampoco nunca más me invitó a jugar otra vez, pero fue pa mejor, ¡así no dejo la cagá! :(

N. del E.: Se modificaron algunas cosillas del texto enviado por Felipe, pero la completa esencia de éste sigue intacta. Gracias Felipe.

01 agosto 2006

Convivencia

Por: Enrikín.

Es claro que el momento de cagar es más que íntimo. A veces no podemos controlar que aquellos lindos minutos así lo sean. Me refiero a que no podemos asegurarnos siempre de que así será.

Un día me senté en el baño dispuesto a evacuar. Tenía que soltar dos días de tensión, poco dinero y las malditas putas deudas. En fin, eliminar la miseria del cuerpo. Quizás sea la única forma que tenemos de botar la basura nosotros los seres miserables. Y en eso estaba cuando...

- ¡Hey! ¿Qué haces...?

- Disculpa, pero debo maquillarme.

- Pero estoy cagando ¡por la chucha, estoy cagando! ¡déjame hacer algo tranquilo!

- Vivimos juntos, ¿qué tiene?

- Privacidad para cagar es lo único que te pido. Puedes maquillarte en otra parte.

- ¿Dónde?, no hay más espejos aquí.

- Ok. Soporta el olor entonces.

- ¿Te das cuentas que estamos a otro nivel de nuestra relación? Jajajá...

- Ándate a la mierda.

- No me tienes paciencia.

- A la chucha.

- Ya, relájate. No me demoraré.

- Como si fuera entretenido que te vieran cagando.

- No siento olor a caca...

- Claro poh, entraste y se me quitaron las ganas.

- Ya tranquilo, llevamos dos meses viviendo en este lugar, sabías que en algún momento iba a pasar.

- Por favor termina luego.

- Mi trabajo requiere de un buen maquillaje.

- Y el mio de tranquilidad mental.

- Claro, siempre voy a ser yo quien tiene que hacer reir y tu el serio. Ya, chao, te dejo cagar tranquilo para que no te mates. Nos vemos en la noche.

- Ojalá a ti te dé cagadera...

Puta madre, llevaba diez años en este circo y justo tenía que compartir el trailer con un payaso culiao nuevo. Suerte que no se demoró tanto y pude cagar tranquilo. Tiempo después nos acostumbramos y yo hasta me limpiaba el poto cuando este hueón se pintaba la cara de risa. Nunca es agradable saltar en el trapecio con la guata dura. No señor.

13 julio 2006

Un amigo

Por: Polakín.

- ¿Aló? hueón. ¡sí! En el baño hueón. ¿Podís hacerme una paletiá? ¿Ah? ¿Puta hueón podís correrte de donde estay? ¡apenas te escucho hueón! Necesito que me traigas confort al baño. En el baño hueón. Ya poh no seai maricón si no estay haciendo nada. ¿Ah? Por favor hueón, esta pelá esta hueá y no tengo como pararme. ¡Si, en serio! ¡En los baños del gimnasio! Ya chao.

Así, nuestro amigo buscaba asistencia en su compañero luego de darse cuenta en medio de una cagadita, que el rollo de papel enganchado a un costado de la cabina estaba vacío, es decir, estaba sólo el rollo.

El Toño arrastraba una diarrea desde ya hace varios días. Según sacó cuentas unos completos que se compró en el carrito afuera de la U, eran los culpables de un desorden tóxico, que ahora lo tenía en precarias condiciones. Era evidente que algo extraño había en el completo, ya que el tomate estaba picante siendo que no le echó ají. Dolores, puntadas y ganas de cagar en horarios extraños eran los síntomas.

En medio de la clase sintió el apretón estomacal, y por suerte logró resistir hasta el intermedio para acudir al baño más cercano.

Putió por todos los hueones que ocupan el papel del baño para otros fines que no son la limpieza de potos o nariz. Resultaba que como el baño está en el gimnasio, los giles van ahí después del partido, después de las pesas, después de cualquier cosa a secarse con el papel la frente, las manos, las axilas y quizás que otras huevadas.

Luego de cortar, le compré a la señora que vende confites en la calle un paquete de pañuelos desechables. Puse al tanto de la situación a mis demás compañeros que, hacían hora antes de entrar nuevamente a clases, y partimos al baño del gimnasio con muchas ganas de reírnos.

Llegamos. Al pobre hueón le tiramos agua y le gritamos de todo. Nos encaramamos en los cubículos del lado para tomarle fotos y humillarlo más. ¡Paren la hueá cabros culiaos! Y ahí le tiré el paquete de pañuelos desechables.

Esperamos que se limpiara, nos seguimos riendo y salimos. Eso si, no entramos a clases, después de eso no queríamos nada. Había partido de voleibol damas de un campeonato interuniversitario. Nos quedamos ahí, buenos puntos, energía, sudor, patas y remaches eran mejor que las clases.

N. de Polakín: Sí, volví. No creerán que había olvidado este espacio. ¡No señor! Pensaba muchísimo en este lugar. Cada vez que iba a echar una, mi mente recordaba estos escritos. Suena mamón y engrupido pero es verdad. Saludos a todos, y gracias a Enrikín por agarrarme a chuchás y motivarme más a escribir.

08 junio 2006

Balas, sirenas y mierda

Por: Enrikín.

Corría el 20 de noviembre de 1993, era un día raro. Algo caluroso y nublado. Cerca del mediodía tres periodistas se juntaban a tomar café cerca del Apumanque.

Estaba todo tranquilo mientras arreglaban el mundo y criticaban los primeros años de la Concertación. Eran viejos reporteros con formación en diarios y radios pregolpistas, pero con nostalgia de los toques de queda de la dictadura y las eternas reuniones de pauta en el triángulo de las bermudas del sector de Morandé con Compañía.

Sí, suena raro, pero el periodista de por sí es un bicho raro. Más odiado que querido, el profesional de la tinta siempre está buscando con que impresionar, enternecer o provocar diversos sentimientos a sus lectores. Alguien debe hacer ese trabajo.

Recuerdo que uno de los ágiles de esta historia siempre me decía "esfuérzate en escribir bien güeón, García Márquez, Capote y Mark Twain fueron periodistas primero...".

Bueno, siguiendo con el tema, estos apóstoles de las comunicaciones estaban en una amena conversación, cuando de pronto se escucharon sendos balazos que venían de la calle.

Demás está decir que el instinto del reportero es contrario al del ser humano común, o sea, en vez de esconderse tienden a averiguar lo que pasa.

Cuento corto, nuestros héroes salen a la calle y se encuentran con que unos delincuentes que escapaban a balazos tras el robo a un banco. Rápidamente llegan policías y comienza la batalla campal en plena avenida Apoquindo, llovían los balazos y en medio había una micro con civiles.

Los viejos reporteros, todos de diarios, buscan teléfonos públicos y empiezan a despachar a las radios más escuchadas, sólo con la intención de informar.

Uno de ellos se quedó en el teléfono más cercano a la balacera, testigo directo de lo que pasaba comenzó a relatar el hecho mientras las balas se paseaban sobre su cabeza, según él mismo me contó:

"Güeón, iba relatando como los pacos y la gente caían en cada ráfaga. Alcancé a ver dos delincuentes muertos y un par de civiles heridos.

También alcancé a ver que al menos 3 delincuentes se subieron a la micro. La gente gritaba. Los pacos estaban vueltos locos, todo era de película.

De pronto güeon, quedó la cagá, se escuchó una orden de paco y comienzan a disparar a la micro, deben haber sido unos 40 segundos de balacera, pero a mi parecieron dos horas...

Estaba saliendo en directo para todo Chile en la radio, así que no podía asustarme ni ponerme nervioso, aunque estaba a unos 50 metros de todo esa locura. En plena democracia güeón.

Tras la intensa balacera vino un silencio que llegaba a dar miedo, el cuál sólo se rompió por las sirenas que se acercaban y algunos quejidos de dolor de gente herida...

Cerré el despacho con el corazón en la boca diciendo que habían al menos 20 muertos y muchos heridos, y colgué. La escena era dantesca

Me acerqué a carabineros y al moverme sentí olor a mierda, pero no le di importancia, estaba más nervioso que la chucha. Di dos paso más y me percaté que era yo... si güeón, me cagué de susto y no me había dado cuenta..."


Esta es una historia real, no hay nombres para proteger a aquellos colegas héroes que pasan por cosas insospechadas con tal de entregar la información. En aquella infernal balacera murieron 18 civiles y los tres periodistas que informaron en directo a todo Chile y arriesgando sus vidas aún se encuentran en el anonimato.

26 mayo 2006

Diario de un borracho

Por: Enrikín.

Querido diario:

No sé cuándo ni cómo llegué a esta fábrica de borrachos. Llevo unos tres pipeños y algunas cervezas en el cuerpo. Veo que hay amigos, gente conocida y parece que la conversación está buena. Siento que estoy bien en general, pero debo ir a mear. Voy.

El baño tiene un fuerte olor a amoníaco. Me bajo el cierre del pantalón y me dispongo a eliminar el maldito líquido que me tortura le vejiga. Espero y no sale nada, hago un pequeño esfuerzo y... ¡horror! Se me viene un maldito mojón.

El baño es asqueroso, no hay donde poder hacer una cagada como la que se me viene. Busco algún papel en los bolsillos. Nada.

Debo pensar rápido. Con el cuerpo alcoholizado eso no es fácil. Decido que debo irme, vivo cerca y un taxi me podría salvar.

Salgo del lugar, trato de orientarme. No sé donde estoy, pero sé que cerca de mi cubil. Hago señas a vehículos que creo son taxis. Hasta que uno compra y para. Le digo las coordenadas de mi pocilga al conductor y él me empieza a conversar. Lo escucho, pero no le pongo atención, sólo pienso en el maldito mojón que asoma la nariz.

Siento estertores en la guata y el culo... trato de sujetar lo que se viene. El pobre taxista sigue hablando y yo aprieto la raja.

Veo un semáforo conocido y trato de aguantar... cada minuto es una eternidad. El vendaval de mierda se viene sin asco.

Comienzo a buscar la plata para pagarle al güeón que sigue conversando. La mierda está tocando la tela del calzoncillo, al menos eso es lo que siento ¡Diablos, se viene!

Pago, me bajo, corro a la puerta y entro... los ascensores ocupados, sigo apretando.

¡Maldita ley de murphy! Se acerca una chica linda y yo estoy borracho y que me cago.

Subimos al maldito ascensor. Me hago el güeón y sigo apretando, pero se filtra un débil y silencioso gas. Ella va al 17 y yo al 14... siento el asqueroso olor. Ella igual, pero se hace la loca. Aunque su rostro acusa recibo y yo estoy mirando el piso.

Llego a mi puerta, abro y me bajo los pantalones. Camino la water, me siento y... ¡conchadesumadre! Sale un largo peo. Ruidoso y hediondo... luego caen dos pedacitos de caca insignificantes, siento alivio y estoy sobrio.

Mejor me voy a acostar.

N. del E.: Cualquier coincidencia con la realidad es producto de sus imaginativas mentes queridos lectores.

18 mayo 2006

Otras versiones de -Estoy que me cago-

Por: Anónimo.

Cuando vayan al baño y crean que deben anunciarlo, no sean güeones.
A continuación, unas versiones mas delicadas del clásico "Me estoy re-cagando, ya vuelvo":

* Voy a evacuar una duda.
* Voy a soplar la vela, antes de que se me caiga la torta.
* Voy a sacarme un peso de encima.
* Voy a plantar un pino.
* Voy a despedir un amigo del sur.
* Voy a hacer un barrito.
* Voy a liberar a Willy.
* Voy a tirar la basura.
* Voy a echar al pensionista.
* Voy a manchar la loza.
* Voy a echar una boya.
* Voy a echar un topo al remolino.
* Voy a hacer una escultura efímera.
* Voy a hundir un zeppelin.
* Voy a oir cantar al chato.
* Voy a llevar la nutria al río.
* Voy a externar mi malestar.
* Voy a hacer debutar a los mellizos.
* Voy a sacar un tren del túnel.
* Voy a poner un fax.
* Voy a hacer unos adobes.
* Prestame tu baño, voy a dejarte unos lodos.
* Voy a salvar unos pingüinos.

* Artística: Voy a pintar un angelito negro.
* Ecológica: Voy a reciclar material biodegradable.
* Filosófica: Voy a pasar de lo abstracto a lo concreto.
* Culinaria: Voy a ponerle sabor al caldo.
* Políticamente incorrecta: Voy a liberar a monseñor Medina.
* Franca: Me voy a sincerar.
* Bien intencionada: Voy a sacar lo mejor de mi.
* Coqueta: Me voy a echar agüita en los cachetes.

* Voy a mandar unos troncos al aserradero.
* Voy a evacuar neonazis.

Ustedes se sabrán algunas más, suponemos...

19 abril 2006

Una de baño de camping

Enviado por: Tapio.

Una vez fui a cargo de unos lobatos al cajón del Maipo a un encuentro nacional. El rollo estaba en que el sitio tenía capacidad para 700 personas y nosotros debíamos ser más menos unos 2000 peregiles. Comprenderán que si ese tipo lugares ya dan descofianza con un cupo menor a su capacidad, al ser triplicada esta suma los baños son el equivalente al de ¡Trainspotting! y diría que peor.

Dotado desde niño de una envidable digestión, tuve que hacer esfuerzos sobrehumanos para aguantar los cuatro días que duró el evento. Todo motivado por el asco.

Pero lamentablemente mis tripitas no resistieron y a última hora tuve que correr al temido lugar de los baños. Realmente ese día me cuestioné perderme en las matitas con un rollo de confort en la mano pero estaba tan urgido y desesperado que tenía que ir a la segura para no arriesgarme con una probable tremenda cagada.

Ahí lo encontré. Un baño asqueroso, oscuro, putrefacto, indescriptible hasta por el mismo Lovecraft. Simplemente horroroso.

En un acto de Yogui -ya que ni cagando me sentaba en esa porquería de taza- me contorsioné y logré hacer mis necesidades esquivando con todo mi cuerpo a cuanto fluido corporal estaba esparcido hasta por los techos. Era ridículo, ¿por qué tenía que achuntarle a la fokin taza si ninguno de los demás energúmenos lo había hecho?. La respuesta: ¡soy un puto ñoño!

La cosa es que terminé, y cuando subía los calzoncillos el relajo me hizo dar una mala maniobra y mi ropa interior rozó el borde de la embetunada y húmeda taza, quedando mi calzoncillito con la suma de los fluidos ajenos de todo el mundo. ¿Qué chucha hago ahora? me pregunté casi llorando.

¿Sacarme los pantalones y luego los calzoncillos? ¡imposible!. El agua del piso llegaba al borde de la suela de mis zapatillas. Buscaba deseperadamente un fierro donde colgarme y hacer alguna maniobra heroica pero todas las alternativas estaban empapadas de fluidos corporales o humedad, y otra mancha habría derrumbado mi moral.

¡Saquemos el calzoncillo de raiz! ¡hay que entrar a picar! Digno de McGyver corté la tela fácilmente con unas llaves y algo de paciencia, pero la maniobra funcionó hasta que me dí cuenta que estaba frente a los resistentes elásticos fabricados por calzoncillos Motta.

¡Uf! por suerte fumo desde chiquito, así que con un encendedor me puse a quemar el elástico pero no contaba con que estos al cortarse, se encogerían rápidamente para dar hirviendo contra mis piernas. Fue una escena patética de dolor y sufrimiento. Cuando me quemé por primera vez ya no quería seguir, pero el olor y la visión que tenía de ese maldito baño me hizo aguantar todos los gritos de cada elástico que se cortaba.

Así fue como me devolví a lo gringo en un bus a Santiago con la mirada perdida en la ventana y unas dolorosas ampollas en mis muslos. Prometí nunca mas volver a esa porquería de camping, donde en un baño había dejado mis resistentes y embetunados calzoncillos, y claro, algo de mi dignidad.

N. Del E.: Se hicieron algunas modificaciones de redacción al texto, pero conserva toda su esencia. Y definitivamente hay baños mucho peores a los de Trainspotting, si no pregunten a algún ex reo de la calle 14 en la ex Penitenciaría.

13 abril 2006

Ripley, aunque usted no lo crea

Enviado por: Wero.

Particularmente no soy de esas personas buenas para "obrar", pero aquel lunes fue particular. El día anterior estuve en un asado que comenzó muy temprano en la mañana con cervezas, borgoñas, picadillos, carne de vacuno, cerdito, choripán, pebre, ensaladas y un sin fín de cosas que a uno le da por guardar en la guatita, cual camello preparándose para una travesía.

El asunto es que el día lunes desayuné una lechecita no más por que me sentía aún satisfecho, agarré el tocomocho y me fui al trabajo.

Tipín 11:00 de la mañana algo comenzó un viaje sin retorno desde mis intestinos. Sin lugar a dudas era un mojón. Con normalidad me dirigí al baño de la oficina y limpiando previamente la tapita del baño tal como me enseñó mamá, me senté al trono. Como no me gusta leer mientras estoy en esos menesteres, me dediqué a escuchar como "evacuaba" y a mirar la puerta del baño. Fue entonces cuando la catástrofe se asomó. La batalla estaba dura, en realidad el duro era el mojón, yo lo empujaba, él se asomaba y volvía a entrarse. Hasta que al final invoqué al ojo de Thundera y salió disparado el mojón, rompiendo la barrera del sonido y otras cosas... ni siquiera salpicó en el water, si hubiese sido un clavadista olímpico sacaba "10".

Debo reconocer que quedé exhausto y con mi culo adolorido. Me paré del water, me limpié, miré hacia abajo y era un mojón grande, no escandaloso, pero grande. Terminé de limpiar "Cabo Cañaveral" y me preparé a tirar la cadena, ¡pero no! aún el alien no salía por completo de mi humanidad, y ahora con retorcijones y todo tuve que sentarme nuevamente al water, era el segundo mojón, igual de sufrido, igual de Highlander.

El asunto es que me paré nuevamente y me limpié y bla bla bla. Se preguntarán ustedes amigos lectores, donde está la gracia de esta weá (¿o desgracia?).

No sé si se han fijado en los baños de los mall, en donde el water no tiene estanque, sólo una palanquita que envía un feroz y abundante chorro de agua para permitir que el mojón se esfume. El asunto es que en mi trabajo el sistema del water es el mismo. Por lo tanto yo tiré la cadena con la esperanza de que los demonios abandonaran la faz de la tierra. Tiré la cadena, pero los zurullos no se iban si que no que más bien, se devolvían, esto producto de que el water en realidad estaba tapado y por lo tanto el nivel del agua del water subía y subía, junto con los mojones por supuesto. Pasó lo que tenía que pasar. El water se rebalsó, si amigos míos, el agua abandonó los límites permitidos y junto con ella también abandonaron el barco ambos mojones, quedando dispersos por el piso.

Señores, he de reconocer que no soy ningún maricón, pero en esta ocasión abandoné el baño raudamente aprovechando que no había nadie y guardé este capítulo de mi vida celosamente hasta el día de hoy. Nunca pude honrar a la persona que tuvo que limpiar el baño.

07 abril 2006

Cara a cara con El Mojón de Pilar Cox

Por: Enrikín y Polakín.

El Team Akgar, en su misión de estar presente en los temas de interés nacional, dispuso de todos sus contactos y esfuerzos periodísticos para lograr una única, exclusiva y gran entrevista.

Fuimos hasta las dependencias de la clínica de rehabilitación y desintoxicación Rayencura de Malloco y logramos compenetrar con audacia hasta el lugar de los baños.

Sin duda las dificultades fueron varias desde el principio: nos costó muchísimo hacer entender a los guardias que no veníamos a molestar a Pilar, si no que más bien sólo queríamos pasar a los baños y lograr una entrevista con uno de los zurullos de la paciente.

Lo vimos mal. El Mojón de la Pili (como con tanto cariño él mismo le dice) está cabizbajo, decaído, taciturno, melancólico y con evidentes síntomas de un mal vivir.

"Pensé en negarme a hablar con ustedes, pero creo que es necesario decir algunas cosas. Estoy cansado de que la prensa moleste a la Pili, de que hablen mal de ella, de que se metan en su vida como si esto no le pasara a la demás gente y de que la traten como bicho raro" nos confidenció un molesto pedazo de caca.

- ¿Realmente estás enojado con la prensa, con quiénes en especial?

La gente de SQP se ha portado muy mal con la Pili. No le hace bien enterarse de lo que hablan de ella en los medios. Estoy realmente enojado, no lo puedo creer. Es gente que dice ser periodista, pero si lo son, deben ser muy malos profesionales, porque no investigan, sólo hablan de rumores.

- ¿Sales muy perjudicado con el alcoholismo de Pilar?

Mucho. Con tanto alcohol y carretes los desórdenes estomacales no tardan en aparecer. La Pili por lo general anda enferma de la guata y sigue tomando.

- Y te llevas lo peor.

Claro, ahí pago el pato yo. Salgo blando y por lo general soy puro churrete. La Pili suele despertar por las mañanas y se manda esa cagada cañera matutina, donde después de tirar la cadena te das cuenta de que pareciera que pintaron con crayones el water. Salgo blando y creo que le ardo.

- ¿Y cómo te has sentido acá?

Más o menos. En la noche le dan a la Pili unas pastillas que me hacen salir morado. No sé para que son. Además ando todo el día molestando a los intestinos y tratando de salir, me siento como ahogado adentro. Debe ser porque ahora está comiendo a las horas y con una dieta rica en carbohidratos. Pero de todos modos creo que lo peor son los talleres grupales. Hay unos que los hacen después de almuerzo y la Pili tiene que andar haciendo puchero para que yo no salga de improviso.

- Pero bueno, se supone que todo esto es para mejor.

Si, a la larga, pero está recién empezando. Imagínate que la Pili llevaba harto tiempo arriba de la pelota. Como que ya me había acostumbrado a salir líquido y sin consistencia. Ahora se pasa rascando así que le debe doler cuando salgo o quizás tenga hemorroides. Es que había momentos en que yo era puro copete, ni siquiera salía un arrocito.

- ¿Cuánto tiempo van a estar en la clínica?

No lo sé, pero ya me estoy acostumbrando. Hace algunos días, me topé con el mojón de un paciente que lleva harto tiempo y me contó que fue compadre del zurullo de Elvira López. Ni te cuento las cosas que supe, si publicas eso te juro que René Naranjo va y se pone tetas.

- Pero cuenta algo...

No puedo porque prometí que iba a guardar el secreto. En todo caso me contaron que la Elvira llegó hecha mierda. No andaba arriba de la pelota en realidad estaba dentro de la pelota.

- ¿Oye y hay otros famosos acá?

No, hasta el momento soy el zurullo de mayor linaje acá y es difícil que me superen porque la Pili es realmente vip. Recuerda que fue un ícono de sensualidad en los ochentas y totalmente natural, en esos tiempos no había silicona en Chile. Su trasero era perfecto, nada que ver con esas warras tipo Mekano que están llenas de colágeno y silicona. Oye y no es que hable de enviodioso es la pura verdad. Qué Marlenes Olivarí, qué Lucianas Salazar, esas rotas no le llegan ni a los talones a la Pili.

- Se nota que la quieres...

Por supuesto, además no hay que seguir vapuleándola, hay que cuidarla, es buena niña. Otras locas como la Paulina le dan tribuna en todos lados. Yo les aseguro, como su zurullo, que la Pili es buena de adentro.

- ¿Qué piensas de los demás escándalos en los que ha estado involucrada?

¿Cuáles?

- Drogas duras, accidentes automovilísticos, lo de Javier Miranda.

Ahhh... puras tonteras no más. Son cosas que pasan. El viejo pelao ese, muy simpático será, pero se cagaba hediondo igual. Una vez antes de salir al escenario el viejo hueón se mandó un peo silencioso mientras se ordenaba el vestón. Ningún respeto con la Pili y ella lo increpó. Ahí comenzaron los problemas.

- ¿Tienes fe en que se recupere?

Sé que le costará mucho, pero sí, tengo fe. Ella ha tenido una vida difícil. Desde que se casó con su hermanastro las cosas no han andado bien. Ella era muy chica. De verdad la quiero y me gustaría que esté bien. Por ella, por sus hijos, por la familia y por mí. De verdad que es difícil todo esto.

- Te vemos comprometido con su causa.

Sí, es que la vida es así. Los mojones debemos seguir saliendo en las buenas y en las malas jejeje (sonríe emocionado). Además quiero que vuelva a ser la mujer de antes, esa que cuidaba su culito, que es por donde salgo, con cremitas y perfumes.-


Tras intercambiar algunas sonrisas y palabras de buena crianza nos despedimos felices del zurullo de Pili y tiramos la cadena. Dió un par de vueltas en el ídolo de loza y se fue...

05 abril 2006

Una historia de patas negras

Por: Enrikín.

Hace un montón de años, en un pueblito perdido en algún lugar de la extensa costa de este país había una especie de Don Juan Tenorio, pero con más pinta de patas negras, es decir, un don Juan a la chilena.

El sujeto tenía una buena pinta, hablaba bonito y manejaba un bajo perfil. Como participaba de diversos clubes sociales, siempre se las arreglaba para ponerle los cuernos a algunos viejos que le dedicaban más tiempo a los clubes y organismos sociales que a sus aburridas esposas.

El tipo tenía debilidad por mujeres mayores como ya se habrán dado cuenta mis queridos lectores.

Entre todas sus aventuras figura doña Elsa, quien siempre vestía de riguroso negro con ropas holgadas que no dejaban apreciar su hermoso y bien cuidado cuerpo. Ella se caracterizaba por ser tranquila y devota de la Virgen del Carmen.

Su marido era don Fulgencio, hijo de colonos portugueses, dueño de fundo, bueno para los negocios y conocido por su irritable temperamento. Además era un hombre bastante corpulento.

Nuestro héroe, a quien llamaremos Carlitos, así le decían su madre y hermanas, era el menor de seis hermanos y el único varón.

El jovenzuelo, que no llegaba a la treintena, trabajaba con su padre, dueño del único taller de muebles del pueblucho.

Nadie sospechaba de las andanzas de Carlitos, tenía fama de ser tranquilo y sin vicios. Además era la estrella del seleccionado de fútbol del pueblo. Todos los domingos acompañaba a su familia a la iglesia. En pocas palabras un ejemplo de ciudadano.

Don Fulgencio vivía en una antigua casona en las afueras del pueblo, por el sólo hecho que su esposa no quería vivir en el fundo. Pero el viejo hombre de campo pasaba la mayor parte del tiempo en sus negocios y el fundo, además era el presidente del club de huasos.

Un buen día, cuando Carlitos salía furtivamente de la casa de don Fulgencio, fue sorprendido por doña Edelmira que venía de la casa de su hermana. Ya era tarde y la vieja se caracterizaba por ser zorra y copuchenta. Rápidamente corrió el rumor en el pueblo. Pero no pasó de ser un rumor, hasta que Carlitos dejó un recuerdo involuntariamente. Se le quedó un calcetín por vestirse caminando.

Don Fulgencio encontró la prueba y quedó cachudo. De hecho hace rato que era un cachudo jojo.

Hizo la guardia como tres días, hasta que sorprendió a un tipo que entraba sigilosamente a la casa. Pero no lo pudo identificar.

El viejo entró con la huasca en ristre a su casa, el dormitorio estaba en el segundo piso.

La mujer asustada le dice a Carlitos que se tire por la ventana al patio trasero. Ya era de noche y oscuro.

Cierra rápido la ventana y se hace la desentendida.

-¡¡¡¿Dónde está el maldito... dime dónde está?!!!

No sé que hablas Fulgencio, acá no hay nadie.

El viejo abre la ventana y no ve movimiento alguno en el patio. Estaba muy oscuro debido a una noche sin luna.

Baja hasta la cocina y toma su vieja escopeta. Sale al patio.

La mujer desde la ventana le grita que tenga cuidado con el pozo, que todavía no lo van a arreglar.

El huaso bruto camina con cuidado, mira a todos lados y no ve ningún movimiento. Se queda un rato esperando. No pasa nada.

-¡De aquí no te vas sin un balazo hueón!

Carlitos está en el pozo, literalmente con la mierda hasta el cuello. Desde la ventana cayó al pozo séptico que estaba roto.

Estuvo dos horas en el más asqueroso baño de mierda. Cayó con la ropa en la mano, por lo que ya no le servía. Luego de salir caminó desnudo hasta el río. Era invierno y el agua era hielo. Pero cada respiro era una vomitada. Se bañó un buen rato. Pero se sentía con olor a mierda. Caminó a su casa por la oscuridad de la madrugada.

Entró por la puerta trasera, casi sin hacer ruido. Su madre se despertó y fue a ver que pasaba. El joven tenorio sólo atina a decir que está mal de la guata. Se vuelve a bañar, pero sigue con el olor a mierda. Es horrible el maldito olor.

Sintió por varias noches el maldito olor. De algún modo seguía con él, como impregando en su cuerpo. El olor a caca lo acompañó tanto tiempo que nunca más se atrevió a conquistar una doña casada.

Luego de algunos años y cuando ya había olvidado aquel triste percance Carlitos encontró una buena chica y se casó. Tuvo varios hijos y llegó el alcantarillado al pueblo, es decir, nunca más pozos negros atiborrados de caca.

Fulgencio nunca supo que Carlitos fue el patas negras y doña Elsa aún resopla y se retuerce cuando recuerda las cálidas visitas de nuestro héroe.

29 marzo 2006

Sexo extremo

Por: Enrikín.

A mis 22 años llevaba 3 trabajando en el oficio más antiguo del mundo. No precisamente porque me gustara. Fui mala para estudiar desde chica, vivía sólo con mi mamá y a los 15 ya tenía un cuerpo que dejaba locos a los hombres.

Así, a los 19 me reclutó una tía que atendía sólo a hombres poderosos del barrio alto. Me hizo algunos arreglos. Según ella fueron menos que los de las otras niñas porque “se nota que tú eres de buena raza cabra, debes tener sangre gringa”, me dijo la doña.

Una vez reclutada, estuve tres años en el negocio hasta aquel nefasto día en el que conocí al “viejo loco”, como le decían las otras chicas.

Fueron tres años de privilegios porque la doña me agarró cariño.

-Ya va a llegar otra princesita y la vieja te va a olvidar. Me decía la Paullette, que era una de las más antiguas y había sido la regalona de la vieja alguna vez.

Mis clientes no pedían nada raro. A veces lencería de látex, otros que les gustaba la cascada con champaña, algunos que sólo miraban como me revolcaba con sus mujeres. La verdad que nada fuera de lugar en este ambiente.

Hasta el día que me enviaron donde aquel extraño cliente. La tía ya tenía “princesita” nueva y las otras me miraban con sonrisas de burla.

La casa era espectacular. Parecía un castillo y estaba al final de un camino en un cerro. En el portón de entrada habían cámaras y en el jardín varios perros que no ladraban, sólo observaban con cara de pocos amigos.

Abre la puerta un mayordomo. Me saluda y me dice adelante. Me acompaña hasta una habitación. Todo el lugar es muy lujoso, pero no muy bonito, parece una iglesia. “Así debe vivir la gente rica...”, pienso.

El cuarto era bellísimo, una gran cama con sábanas doradas, nunca en mi vida había visto sábanas doradas. En un sillón grande y antiguo había un hermoso vestido y lencería francesa.

La música era suave y parecía que cantaban ángeles. Me desnudo y visto con la ropa del sillón. Me miro en los espejos. Cierro los ojos e imagino que soy una estrella de cine.

-Te vez hermosa pequeña.

Una voz ronca y pastosa me despierta del sueño de película. Es un hombre mayor, pero atractivo, alto y bronceado, Se nota que cuida su cuerpo.

El hombre baja las luces y comienza a seducirme. Pronto caigo en su juego. Es lento, pero muy sensual. Me da un licor cremoso para beber. Le digo que no puedo beber y él me dice que por lo que paga ninguna chica de la doña se debe negar a sus pedidos.

Comienza a desnudarme, me toca, juega con mi cuerpo, pero el viejo es suave y delicado con sus manos, sabe donde ponerlas.

En ningún momento me pide que lo bese. Tampoco exige fellatio. Comienzo a sentir desconfianza cuando tampoco busca penetración.

De pronto se hunde en mi vagina y comienza a pasar su lengua. Lo hace bien o al menos me hace sentir cosas. Me gusta y me dejo llevar.

Ningún tipo o mujer había encontrado esos lugares inexplorados de mi cuerpo. Era bueno el anciano en eso.

Luego de unos minutos me pide que haga pipí en su cara. Me espanto, pero él me trata con suavidad y casi hipnotizada por su voz accedo sin darme cuenta. El viejo está en éxtasis, siento como traga el amarillo líquido. Siento asco, pero sigo entregada a sus peticiones.

Luego me comienza a besar el culo, lo acaricia y de pronto me pide que haga caca sobre su cara. ¡Dios!, No lo puedo creer, quién es este hombre.

Resumiendo, hice todo lo que me pidió. El tipo bebió mi orina y se comió mi caca, luego de eso eyaculó, me pagó y dibujó una horrible sonrisa en su rostro, una mueca que jamás olvidaré. Yo me vestí, me fui y nunca más volví a prostituirme. Ya han pasado varios años de eso, trato de olvidar pero no puedo y sólo deseo que ninguna joven vuelva pasar por eso, es asqueroso.

N. del E.: Esta historia llegó en forma de relato al mail por un lector o lectora anónimo del blog. Igual sufrió la transformación a primera persona y además Enrikín le puso algo de su cosecha en materia literaria. Sigan leyendo nuestras fomedades caquísticas estimados amiguis del blog.

21 marzo 2006

¡Ay que erís pesado!

Por: Polakín.

Se llamaba Susana. No era necesario que fuese la mujer 10. Tenía de todo, belleza y un cuerpo hermoso. Pero por sobre esas cosas lo que más me agradaba era su carita blanca, su pelo brillante y una voz tierna pero coqueta que me daban ganas de abrazarla y no soltarla más.

Yo no la conocía mucho, sólo había cruzado un par de palabras con ella y siempre fuimos muy simpáticos el uno con el otro.

Cuando la veía afuera o coincidíamos en trayectos camino a casa siempre la saludaba o tiraba alguna talla para hacerme el lindo. Creo que funcionaba bien. Ella y su ropa de colegio con faldita, y yo con el tradicional pantalón gris y chaleco azul. Se veía preciosa de escolar o con ropa de calle. Estaba ilusionado.

Susana era de esas minas tiernuchas, orgullosas de no decir garabatos en público, era inteligente, interesante y de buena familia.

Me gustaba harto y no me avergonzaba mirarla durante varios minutos casi sin pestañear.

Un día la saludé y le pregunté como estaba. Ella accedió a seguir conversando y hablamos durante algunos minutos. Así por un par de semanas que ya no sólo nos saludábamos si no que también conversábamos de tonteras.

Susana siempre reía, siempre tenía su cara llena de felicidad. Eso me atontaba haciendo que yo también riera todo el tiempo que estaba cerca de ella. De verdad parecíamos hueones. A veces yo decía cualquier estupidez para hacerla reír y ella sonreía tierna diciéndome -ay, que erís tonto- o -ay, que erís pesado- mientras coquetamente con su dedo me tocaba el pecho o los brazos. Ahora que lo pienso realmente parecíamos hueones, pareciamos atontados. Comencé a estar cada vez más seguro de que yo le gustaba y veía cerca la posibilidad de que atináramos.

Así fue como en un final de semana en horas de la noche, nos pusimos a conversar en la calle. No debíamos juntarnos con nadie y creo que entendíamos que esa tarde-noche era para nosotros, así que le puse todo el empeño para intentar atinármela ese día.

Lamentablemente las cosas no salieron como lo esperaba. La verdad es que no recuerdo con certeza que cosa graciosa fue la que dije, pero Susana reaccionó con la ya típica sonrisa tierna diciéndome -¡aaay, que erís pesado!- y a la vez metiéndome su dedo índice justo debajo de las costillas, haciendo presión y provocando que se me escapara un ¡sonoro peo!

¡Quedé absorto! El cuerpo se me puso tieso, ¡que desgracia! Claramente el peo no pasó desapercibido. En ese momento quedamos en silencio y yo agobiado le dije que debía irme, así que me despedí apurado y agregué no muy convencido un "nos vemos".

Me fui para la casa muerto de la vergüenza. La escena se repetía en mi cabeza una y otra vez. Al rato siento que buscan, miré escondido por la ventana y vi que era ella. No quería verla, no quería hablarle, y era lógico ya que ¡se me escapó un peo delante de ella! Le pedí a mi mamá que por favor le diga que no iba a salir, que tenía cosas que hacer.

Después de lo ocurrido viví haciéndole el quite a la linda Susana. Al principio me sentí mal, pero luego no me arrepentía de haberme alejado de ella.

Meses después la vi pololeando con el pánfilo del Esteban, y otros meses después la vi embarazada esperando un crío del mismo tarado. Pensé en que ese pude haber sido yo, y no serlo me hizo feliz.

Por eso amigas y amigos, nunca se sientan mal si se les cae un peo en mal momento, recíbanlo con alegría, siéntanse contentos y si pueden hasta celébrenlo. Por algo llegan, por algo salen, siempre sean agradecidos del peíto.

16 marzo 2006

Del papel higiénico

Por: Polakín.

Unos más tiesos, más blandos, más suaves o duros, de colores, con diseños, incluso he sabido que en algunos países ya hay con comics y con aromas, es decir, ya se ha cubierto casi todo el espectro del papel pa limpiarse el poto después de chantar la pulenta cagada.

Están esos de baños públicos, generalmente de malls o de empresas. Dejan un tremendo rollo de papel dentro de una caja metálica que muchas veces tiene hasta candado. ¿Para que no se roben papel? Quién sabe. Lo penca es que te querís limpiar, vay a sacar papel y la hueá ¡se corta! Quedai con un montón de papelitos pequeños en la mano antes de poder sacar uno largo. Al menos podría venir prepicada la hueá.

Yo estos los arrugo un poco con las dos manos antes de hacerlos remover escombros.

El polo opuesto son esos papeles que parecen de cebolla. Por gamba cincuenta los consigues en cualquier bazar de barrio. Delgaditas y flácidas las hueás. Tenís que doblarlos varias veces para dejarlo grueso porque si no, te las pasai por el poto y en plena tarea se rompen dejándote las uñas con caca. ¡Horrible! Todo mal.

Hay unos rollos bien fifís que vienen con doble hoja, adornos y dibujitos. Se ven bonitos con su delicadez y suavidad llenos de caca. No le veo la gracia.

La verdad es que prefiero esos papeles de los más normales. Ni caros son. Nada de olores, ni figuras con ositos ni corazones ni flores. Sólo deben ser resistentes y no tiesos. Con eso basta.

Además, debemos tener rollos de repuesto en el baño, cosa de que si se acaba el que está colgado rápidamente podamos acudir al rollito escondido en algún mueble del baño. Nada peor que sentarse a cagar y no haber reparado antes en la falta de papel.

Si no hay es tragedia. Lo primero que se me viene a la mente con esto de la ausencia de papel es mi infancia. Por ese entonces era más hueón que ahora. Varias veces me pasó que iba a cagar y no me fijaba en si había o no papel suficiente para mi limpieza.

Claro, ya sentado y después de la primera evacuación me daba cuenta que no había papel para la impresora.

Me recuerdo con los pantalones y calzoncillos a media raja, con una mano abriendo la puerta del baño y con la otra sujetando la ropa, a poto pelao caminando con graciosa dificultad por la casa, hasta el lugar donde se guarda el papel higiénico.

Una vez incluso, estaba tan urgido de que alguien llegara de improviso a la casa, que sin darme cuenta lo primero que tomé fue un rollo de toalla nova, lo miré, pensé que quizá papel higiénico no iba a encontrar, así que con la toalla nova me devolví al baño. Es raro si, no es igual. Es como cartón suave. Después regresé y deje el rollo de nova donde estaba. Nadie lo supo.

¡Que momentos!

Por suerte, ahora ya se acostumbra tener más papel en los baños.

Mucha importancia no se les da. He sabido de quienes han tenido que usar toallas de mano, paños y traperos para suplantar al ausente papel.

Hace mucho tiempo escuché una conversación donde un individuo le contaba a su amigo que al no encontrar papel en el baño (creo que estaba de visita) tuvo que lavarse ahí mismo el poto, mojando su mano en el lavamanos y pasándosela por la raja. Que terrible. Después se secó con la toalla de manos. Bueno, también es culpa de los dueños de casa por no poner papel higiénico a las visitas.

En fin... ¿a quién no le ha pasado? Que mal. Mientras termino de escribir esto sigo haciendo memoria y hay cosas memorables. A ver si más adelante se las cuento.

14 marzo 2006

Un verano en la oficina

Por: Enrikín.

Era verano y me quedé una semana sólo en la oficina debido a que era nuevo en el trabajo y los nuevos siempre son víctimas de abusos como estos. Además mi señora se fue a la playa con sus padres y hermanos.

En esas circunstancias aproveché de llamar a viejos amigos de parranda y resultó que dos estaban también de viudos de verano por el trabajo. Nos pusimos de acuerdo y salimos de juerga un día miércoles.

La jornada de alcohol, discotheque, mujeres y remate con comida chatarra fue horrorosa. Al día siguiente mi aspecto era fatal. Tenía mucha sed, dolor de cabeza y me dolían hasta los huesos, además ya estaba atrasado, así que ducha rápida, lavada de dientes y partí al maldito laburo.

Una vez en mi escritorio todo seguía igual. Hasta que comenzaron los retorcijones. La mierda no quería esperar. Partí apretando los cachetes hasta el baño y para mi sorpresa estaba la señora de la limpieza. Me miró con cara de pocos amigos y siguió limpiando.

-Señora, por favor necesito ocupar el baño urgente, el dije.

-Mi horario de limpieza es este y no lo he cambiado en 10 años ¿porqué lo voy a hacer ahora?

-Por favor, le dije dando lástima.

La vieja no pescó y siguió tirando cloro al water. Mientras el mojón ya estaba asomándose. De pronto recordé el baño de mujeres y partí corriendo todo culijunto, cual maricón histérico.

Llego a la puerta y sonrío aliviado, pero al poner la mano en la chapa ¡Horror... la maldita estaba con llave!

Comienzo a entrar en pánico. De pronto recordé que el edificio era de servicios públicos, por lo que había baños en todos los pisos (yo trabajo en el 10).

Los del 9 cerrados. Ya casi no sostenía el mojón en el culo, La sensación era de agobio y desesperación. Bajo al 8, nada. En el 7 nada. Siento que me cago. Freno en las escaleras. En alguna parte escuché que frotarse las rodillas apaciguaba las ganas de cagar. Me apoyé en la paredes y comencé a frotarme. Malditos mitos, parece que fue peor porque salió un maldito peo como mensaje de aviso.

En el piso 6 llegué al baño de hombres y estaba cerrado. En mi desesperación fui al de mujer (lo que no hice en los otros pisos) y ¿qué creen? Siiiiiii, estaba abierto. Miré a todos lados y no había nadie. Entré feliz, me paro al medio a ver si había alguna chica y nada. Cierro por dentro y sólo eran unos paso al water, pero mi esfínter ya había soportado una larga tortura y me cagué en los pantalones.

El mundo se me vino abajo. Pensé un rato y nada, no me quedaba otra que sacarme la ropa y lavar los calzoncillos. Así lo hice, pero el pantalón también había salido afectado. Resignado comienzo a lavar el calzoncillo.

De pronto recuerdo a los amigos de la noche pasada y llamo a uno. No contesta. Intento con el otro y cuento corto, se demoró poco más de una hora en prestarme calzoncillos y pantalones limpios. Además el weón contó mi triste anécdota en la única reunión de ex compañeros a la que asistí. Triste la maldita historia, pero ahora me acuerdo y mejor me río. Nunca más salí a carretear día de semana.

N. del E.: Este relato llegó de un correo anónimo. La anécdota está buena, pero venía mal escrito, así que le hice algunos cambios. Espero que quien la mandó comprenda que lo hago para que nuestros lectores no se aburran con malos textos. Además lo cambié a primera persona por que me parece más cercano al pueblo jojo.

10 marzo 2006

Si van a viajar, por favor cuídense

Por: Enrikín.

Un tema que no hemos tratado, y muy importante en lo que se refiere a nuestro querido aparato digestivo, es el de los viajes. Quizás no les ocurra a todos, pero el cambio de comidas me descompagina todo respecto de ir a echar una cagada. Además que sentarse en un water ajeno ya es complicado.

Normalmente tengo una buena digestión, es decir controladas, salvo honrosas excepciones, como por ejemplo una vez que me mis intestinos me pegaron una desconocida y me vi obligado a cagar en el bar El Playa de Valpo., cuestión que si bien es una hazaña (quienes conocen El Playa me comprenderán), no me enorgullece para nada.

Bien, este verano partí al sur y tras una soberana borrachera se me ocurrió comer un lomito completo de dudosa reputación que me tuvo con una diarrea galopante por unas 24 horas. Los días siguientes anduve delicadito, es decir, comidas livianas, buena hidratación, sin embargo mi puto estómago no se afirmaba. Las deposiciones eran poco sólidas y casi al borde de la churretera. Así estuve casi una semana.

Mi consejo para este tipo de situaciones es no comer en lugares poco higiénicos o que les inspiren desconfianza, recuerden que el hambre es un estado mental y ante la duda, mejor abstenerse.

La semana siguiente fue todo lo contrario. Un día martes me subí al avión rumbo a Río de Janeiro, y como sistema de autodefensa mi aparato digestivo se negó a trabajar por 3 días.

Imagínense en otro país, con tazas desconocidas, con un calor húmedo sobre los 33 grados, una mierda de ambiente y el weón más encima trancado.

Al cuarto día tuve que forzar la salida del mierdal. Me tomé un jugo de ciruelas y luego un yogur. ¿Resultado? deben haber sido unos tres kilos de mierda, de varias tonalidades y consistencia, rubia, café, negra, con choclo, sin choclo, sólida, cremita, aceitosa. Fue un verdadero espectáculo, el water del hotel parecía un cuadro de Miró.

Creo que no existe placer mas exquisito que cagar en forma lenta y relajada en un water heladito, limpio y cargadito de agua para ver como se van los zurullos o, en su defecto, la plasta de mierda.

El baño no es un juego de fantasilandia, tampoco es la pieza de motel con cama que vibra. El ídolo de loza es para cagar, no para otra cosa. Siempre debe estar helado y limpio, no lo olviden.

Tras millonario depósito me fui a descansar un rato y les puedo contar que además mi aparato digestivo volvió a la normalidad. Por esta razón se deben cuidar con las comidas cuando viajen y beban mucho agua en botella porque hidrata y ayuda en la consitencia de los mojones.

Si sé, quizás no sea una historia entretenida, pero mi intención no es entretenerlos con este reporte, si no más bien ilustrarlos, orientarlos y prevenirlos de que se cuiden cuando estén fuera de sus hogares... y lo más importante, lejos de su bien amado ídolo de loza.

No coman chatarra, frituras, ni cosas desconocidas. No beban agua de la llave, menos se castiguen con sendas borracheras. Los viajes se deben disfrutar, por eso, cuídense mis queridos lectores, se los dice la voz de la experiencia.

Pronto les postearé una historia entretenida. No todo tiene que ser chiste en la vida, aunque así es más entretenida ¿no creen?. Nos vemos.

07 marzo 2006

El mojón más grande del mundo

Enviado por: Invar.

Siempre he pensado que cagar es un deporte. Simplemente porque que eliges un horario para practicarlo, demanda esfuerzo, activa algunos músculos del cuerpo y debes ser disciplinado para ser constante en dicho afán.

Por asuntos de pega y las clases en la universidad había acostumbrado a mi cuerpo para que defecara cada noche pasada las 11. ¿Por qué? Bueno, porque a esa hora puedo sentarme en el water con la puerta abierta, leer tranquilamente sin que nadie webee y porque subentiendo que siempre estaré en lugar seguro cuando se produzca el llamado de la selva.

Pero aquella noche era distinta, era la gran noche. Tras tres meses de pololeo con Pamela ella quería presentarme a su familia. Y como decirle "no, lo siento a esa hora estoy cagando". Fue imposible eludir el compromiso, así que a la guerra nomás.

Era una de esas casas antiguas que se ubican detrás de la Plaza Ñuñoa. Pamela viene de una familia con apellido. Su papá trabaja en la CEPAL y la vieja tiene una boutique en Alonso de Córdova. Apenas toco el timbre, Pamela sale a recibirme.

Tomados de la mano entramos y están todos en el living nos observan de forma curiosa. Parece un maldito comercial del Opus Dei pero es verdad.

Tras un breve diálogo con la familia con preguntas como "¿le costó mucho llegar?" o "¿cuándo empiezan de nuevo las clases?", pasamos a la cena.

Una vez en la mesa, la familia comienza su intento por tratar de conocerme. No me echo demasiada comida a la boca para así poder hablar, sin que ninguna partícula vuele en dirección desconocida.

Tras un breve interrogatorio comienzo a impresionar al viejo que le gusta el cine clásico y como me manejo en el tema, hablamos de Houston, de Ford, de Cassavettes, de Hitchcook. Estoy dejando una grata impresión hasta que por casualidad miro la hora y faltaban 5 minutos para las 11. La hora fatal. Chesumare. Y justo aquí.

Pese a los 30 minutos de arduo trabajo retrasando el acto de cagar. El estomago es drástico y no perdona. Pido disculpas y le pregunto a mi polola donde se ubica el baño. Cuando llego y me siento en el water es un alivio total. El lugar es grande y no necesito abrir la puerta para estirar las patitas. Cagar es un deporte placentero, sobre todo cuando salen esos mojones grandes que demandan un gran esfuerzo lanzarlos al mundo. Esta era una de aquellas ocasiones.

Antes de tirar la cadena, quizás por curiosidad o simple hábito, miro todo lo que he echado fuera. Y debo reconocer que aquel era el mojón más grande del mundo. Una masa de color café con incrustaciones de tono oscuro. Era un súper mojón de dimensiones épicas.

Pienso que la hora avanza, estoy en casa ajena y ya es hora de despedirme del súper mojón. Con tristeza tiro la cadena. Espero que a que el agua empiece a llenar el estanque, corro las ventanas para que se vaya el mal olor y abro de nuevo encontrándome con la sorpresa que seguía allí. Mala raja, pensé y tiré del botón nuevamente pero el zurullo nadaba a gusto en el water de la casa de mi polola.

Y así habré tirado la cadena unas 7 u 8 veces y nada. Para mi espanto, súper mojón se negaba a entrar al alcantarillado.

¿Cómo me saco de encima a este pinche zurullo? ¿Cómo le hago entender que hace 10 minutos debería haber salido del baño y estar comiendo el postre mientras convenzo al dueño de casa que su hija está en buenas manos?

"El pueblo unido jamás será vencido" recordé y con la ayuda de un llavero con punta, que nunca más volví a utilizar, partí en dos al mojón más grande del mundo. Con cara de triunfo, oprimí el botón del estanque y el agua se llevó a La Bestia. Había derrotado al Monstruo.

Ahora, ¿Con qué cara explicaría a la familia de Pamela el motivo de mi retraso en el baño?

Bajé la escala con cuidado y me acerqué a la mesa con cautela. Algo había en mi cara que hizo que Pamela no pudiera reprimir la risa y todos le siguieron. Mi abuelo alguna vez me dijo que las mujeres eran como los boxeadores, hay muchas pero sólo algunas son las que se recuerdan. Y parece que estaba con una de ellas.

06 marzo 2006

Agradecimientos

Del Team Akgar.

Antes que todo, queremos darles nuestros sinceros agradecimientos a todos ustedes (nuestros queridos lectores y colaboradores) quienes vienen hasta esta mierda de Blog a leer variadas estupideces con visos de inteligencia o buena redacción quizás.

Hemos tenido la patudez de interrumpir nuestra frecuente evacuación de publicaciones para darles las gracias por visitarnos y leernos. Además les queremos enviar un fuerte abrazo virtual a quienes nos han colaborado desinteresadamente. Y también contarles que tenemos Blog para rato.

Queremos que nos sigan enviando sus historias y colaboraciones al mail akgarblog@gmail.com. Revisamos los correos y todavía nos quedan cosas por ordenar.

Saludos a todos ustedes y sigan promocionando el Blog.

Y para que no se vayan con las manos vacías...

Va Caperucita Roja cantando por el bosque:

– Soy Caperucita Roja, una niña muy feliz...

Cuando de repente ve al Lobo Feroz oculto en un árbol y le gritó:

– Señor Lobo, ¡ya lo vi detrás de ese árbol!

El Lobo Feroz salió corriendo y Caperucita continúo su camino cantando su cancioncilla, cuando a unos pasos descubrió de nuevo al Lobo y le gritó:

– Señor Lobo, ¡ya lo miré de nuevo! Está detrás de esos matorrales.

Una vez más al descubierto, el Lobo Feroz salió corriendo y Caperucita siguió su camino cantando, cuando poco después se topó de nuevo con el Lobo y otra vez le dijo:

– Señor Lobo, ¡ya lo vi otra vez, detrás de esa roca!

Finalmente, harto de ser descubierto por la endemoniada pendeja, el Lobo Feroz explotó:

– Bueno, pues, ¿de qué se trata?, ¿¡Es que no se puede cagar tranquilo en este bosque!?



Akgar Team!
Atte. A ustedes:
Polakín y Enrikín.
En nombre también, de quienes han colaborado.

01 marzo 2006

Se me cayó un mojón

Por: Polakín.

Estábamos -un amigo y yo- instalados en la feria de cachureos del barrio, con un montón de ropa que habíamos conseguido. En realidad, eran las sobras que nadie quiso de la venta del sábado anterior, así que -en su mayoría- era sólo basura inservible.

En fin, eso sólo era un detalle.

La noche anterior habíamos ido a carretear donde unos buenos amigos y como vivimos cerca, llegamos juntos, mi socio y yo, a eso de las 7am del día sábado.

Para tomar buenos puestos en la feria de cachureos del día sábado, es necesario llegar temprano, así que recién llegados a nuestros hogares nos pusimos de acuerdo en cambiarnos ropa, comer algo y salir a instalarnos en la famosa feria.

Salimos con la carretilla llena de cuestiones ya siendo más o menos las 7:30am.

Todo esto de vender ropa y cachureos tenía la noble intención de lograr los fondos necesarios para ir de paseo a la playa. Así que en pleno enero, estábamos vendiendo. Algo así como, por necesidá.

Llegamos, nos instalamos con las ropas de segunda, tercera o cuarta mano, sobre varios sacos que tiramos en el suelo.

Comparado con la semana anterior -cuando en compañía de varios de nuestros demás socios vendimos mucha ropa y el interés de la gente por nuestros productos era enorme- esta vez el panorama era absolutamente deprimente. Nadie nos pescaba.

Ya pasadas las 10am, comenzábamos a sentir que estábamos equivocados. Que estábamos en medio de un error enorme. Gracias al lindo sol, fermentábamos la caña, aburridos y viendo como la gente ignoraba -con justa razón- las hueás que tratábamos de vender ilusamente.

Como a eso de las 12 del día, mi socio me avisa: hueón, estoy que me cago, voy a la casa y vuelvo. Chucha, pensé. Pero sólo atiné a decirle, “bueno, te espero poh, weón”.

Este weón se fue apurado, y les juro que debe haber llegado de vuelta como a la 1 de la tarde el muy cara e’ raja. Pacientemente, esperé la hora completita que se tomó para –supuestamente- cagar. Desde donde estábamos ubicados en la feria de cachureos, hasta su casa, no debería demorarse más de 5 minutos caminando...¡y lento! Así que caché que algo raro pasó. No teníamos teléfono celular y no podía dejar el flamante puesto solo.

Yo ya estaba choria’o con el wéon... y en realidad también choria’o con el mundo y mi destino, que me tenían ahí sentado con todo el sol justo sobre mi cabeza, muerto de calor, aburrido y con caña.

En eso, llega el lindo.

Con una cara mezcla de risa y vergüenza, me dice “llegué”.

- ¿Y voh weón?, puta que te demoraste.
Se ríe, se sienta y me dice - Sí weón, es que me pasó una hueá.
- ¿Qué cosa? – Le pregunté y ya riéndose me dice - Me cagué.
- ¿Qué?
- Antes de llegar a la casa me cagué, se me cayó un mojón.

En ese momento recordé los problemas de contención que mi socio había mencionado en conversaciones anteriores. Le pregunté que hizo, y me contó que llegó a penas a su casa, tratando de que el mojón siguiera acostado en el calzoncillo y no se cayera, con el riesgo de que si se apuraba mucho, el zurullo podía bajar por la pierna. Llegó a su casa, se sacó el calzoncillo con el mojón pos-carrete, cagó lo que restaba, y tuvo que lavar la hueá de calzoncillo blanco en el lava manos, para evitarse la vergüenza de decirle a su vieja que se había caga’o. Lo colgó en el patio para que se secara. Se dio una ducha y se vino a la feria.

Yo ya me reía.

- Me duele la cabeza. - Me dijo.
- Jajajá, ya weón. Vámonos de aquí, no aguanto más esta hueá, weón cagón. – Le dije.
- Sí weón, mejor loh vámo.

22 febrero 2006

Mientras cagamos

Por: Polakín.

Hay varias actividades anexas a las funciones de evacuar, que se pueden hacer mientras cagamos. Mejor dicho, hay muchíiiisimas otras cosas que se pueden hacer mientras cagamos. Para optimizar el tiempo.

Leer, hacer puzzles, escuchar música, cortarse las uñas, pintárselas, depilarse, sacarse las cejas, ver tele, chatear, hablar por teléfono, jugar con el gameboy o el celular, comer para el desayuno, lavarse los dientes, sacarse puntos negros o reventar espinillas, peinarse, hacer nudos de corbata, afeitarse, exfoliarse la cara, mirarse en el espejo, ponerse crema, matar hormigas, fumar, masturbarse, lavarse los pies, bailar breakdance, escribir para un Blog y etcétera, etcétera, etcétera.

Hace algunas semanas, cargué en el celular un juego llamado Sexy Pocker. Así que cuando iba a cagar luchaba por empelotar a las minas que aparecían como mis contrincantes. Ahí no más eso sí, sólo eran caricaturas. Mi interés era desnudarlas por una cuestión de vencer.

Y hablando de juegos, cuando era chiquillo me llevaba un tetris pa’l baño. Tenía la misión de superar los 100 mil puntos. (¿Ustedes tuvieron uno? ). De color gris, era de los primeros tetris que salieron. Y no lo digo así como sobrándome por ello, si no porque las puntuaciones y bonificaciones eran escuálidas, a diferencia de los que aparecieron después, que por línea te daban 10 veces más puntaje que en el mío.

Hago la aclaración porque no faltará el infantil que dejará un comentario diciendo que fácilmente superó los 100 mil. Más encima, aparecieron unos aparatos que venían con 1000 diferentes juegos -que como muchos de ustedes recordarán- en realidad, sólo eran con suerte unos 15, y para hacer los 1000 ponían los mismos, pero le cambiaban los niveles, las vidas, la velocidad, etcétera. Y me da la impresión de que con esto desvirtuaron la mística del juego.

La cosa es que mi tetris sólo traía el tetris, era lindo y funcionaba. Con eso me bastaba. Lo usé mucho tiempo para ir a hacer caca, y no me paraba hasta que muriera. Se me llegaban a secar los restos de caca en el poto, pero yo no me paraba. Claro, en casos extremos donde se me dormían las dos piernas y un cachete, le ponía pausa al juego y me levantaba.

Extrañamente algo me hacía luchar y luchar, para poder sacar más puntaje, no sé. Algo tenía.

Recuerdo que en algún momento, no sé quién, me dijo que por estar tanto rato sentado me podían salir hemorroides. Sin saber qué cresta eran las hemorroides -y sin saber qué era exactamente lo que provocaba su aparición- comencé a sentir miedo de estar sentado tanto rato jugando y opté por dedicarle menos tiempo a cagar-jugar.

Otra cosa que hice una vez fue cortarme las uñas de las manos mientras cagaba. Quedé impecable, salvo que en algunas uñas de la mano derecha me fui al chancho. La consecuencia fue tortuosa: cuando me quise limpiar, me dolían los deditos, así que tuve que pasarme el papel por el poto con la mano izquierda, asunto que aumenta la dificultad de la labor.

¿Qué otras cosas se podrán hacer mientras cagamos?

20 febrero 2006

Sufriendo en el supermercado

Enviado por: Don Lucas.

Sábado cualquiera, cerca de las cinco de la tarde. A esa hora, figuraba echado sobre la cama, control remoto en mano reposando de un almuerzo como Dios manda. Después de comer porquerías de lunes a viernes, a la vuelta de la oficina, el fin de semana se imponía una ingesta adecuada: un buen costillar de chancho al horno, puré picante, un par de ensaladas y casi una botella de tinto. De postre medio melón y una piscola de bajativo. Quedé a guata pará, pochito, como dirían por mis tierras cachapoalinas.

Así estaba yo, relajado, dándole tiempo a mis jugos gástricos y a su labor. Ya había liberado un par de peos, cuando irrumpe la cantarina voz de mi amada esposa. “Gordito, vamos al Jumbo”, fue su invitación inexcusable. “Vamos”, dije de mala gana, pero con la vana esperanza de que el trámite sería breve. Craso error. Carro en mano, mi mujer sacó una lista interminable de útiles para el cabro chico, que entra a prekinder, pero sale más caro que tener un hijo en Medicina. En fin, nada qué hacer, había que apechugar.

Estábamos en un pasillo lleno de lápices, blocks de dibujo y cartulinas cuando comenzaron los primeros retorcijones. Fue el primer aviso de mi estómago. Minutos después sentí una leve, pero sostenida presión interna. El torpedo ya estaba cargado y listo para salir. Justo ahora, en que mi mujer se debatía entre comprarle una mochila de Mickey o una de Winnie Pooh. “Ese oso es muy maraco”, le espeté, apretando el poto con el mayor disimulo. Sin embargo, el mojón siguió ahí, golpeando la puerta. “Vamos por el papel lustre”, dijo indiferente, sin notar mi aflicción. Me afirmé del carro y comencé a dar pasos cortos, mientras el ataque de caca seguía en gestación.

Miré hacia el fondo de las cajas, buscando un baño. Sabía que si seguía así iba a terminar cagándome en pleno supermercado, rodeado de útiles escolares. Lo peor iba a ser la segura reprobación de mi primera dama –“puta que eres chancho”- y las miradas de desprecio del resto de los clientes. Como si los huevones nunca hicieran caca; como si el hecho de vivir en un condominio cerca de la viña Cousiño Macul los liberara del muy humano y sagrado hábito de sentarse en el water. Me vi ahí, en medio de una ruma de cuadernos en oferta, parado al lado de mi plasta, con una pierna chorreada y el traje de baño gris manchado. Casi podía sentir el olor. No. Debo aguantarme, me mentalicé. Pero la presión seguía ahí, con retorcijones cada vez más fuertes. Me iba a destapar en cualquier momento.

Mi sensación se agudizó más aún cuando saqué un paquete de greda. Era blando y cafecito. Un verdadero mojón cuadrado, de un kilo, envuelto en una bolsa transparente. Si alguien cree que hubo sugestión, está en lo cierto. Sentí como si estuviera inflando un globo por el culo. Con estallido y todo. Me llevé una mano a la raja, estaba seca. El traje de baño seguía incólume. “Fue peo”, me dije aliviado. Hasta que olí el perfume. Comenzó a expandirse, como el hongo de una explosión nuclear. De reojo vi a una vieja arriscando la nariz a mi lado. “Pucha que están caros los pinceles, señora”, fue lo único que se me ocurrió y huí. Fue una idiotez, es cierto, pero qué iba a hacer.

Lamentablemente, el alivio fue sólo momentáneo. El martilleo en mi intestino volvió. Retomé la marcha con pasos cortitos. Ni mi mujer con sus ocho meses y medio de embarazo caminaba tan lento. Sin embargo, yo me sentía a punto de parir, en cualquier momento. El carro estaba casi lleno. Igual que yo, con un zurullo próximo a salir volando. “¿Queda mucho? Estoy que me cago”, pregunté con timidez a mi media naranja. “Aguántate –respondió- compro unas cositas para la once y vamos”. Cresta, esas “cositas” para la once podrían demorarnos al menos media hora más.

Así no más fue. Pasamos por caja. Otro suplicio: “Oye, Juani cuál es el código de estos lápices, que no tienen barra”. “No sé, búscalo en el libro”, responde la cajera vecina sin levantar la vista. Y yo ahí, con el mojón apretado hacía más de una hora, maldiciendo una y otra vez mi mala cueva, literal, recordando mi plácido descanso previo en cama, que esperaba culminar sentado en mi baño, tranquilo, con una revista en la mano y un cigarro. Así da gusto cagar. Pero no. Tuve que salir rajado desde la caja al baño del supermercado, me desabroché el short con las manos tiritonas y me senté.

Sentí que el tronco de mierda cayó antes de que mis cachetes tocaran la taza del water. Y sonó –“plosh”- y saltó agua que me mojó la raja. Todo mal. El tiempo pareció detenerse mientras caían un par de zurullos más. Más chicos, pero igual de consistentes y fragantes. Igual confieso que fue un alivio. No tenía la comodidad de mi baño, es cierto, pero al fin había cagado, expulsando al incómodo mojón y sus acompañantes, cuya presencia me había torturado durante una hora y media. Incluso conseguí sentir esa sensación de alivio, que sigue siempre a la cagada dificultosa. Todo bien, ahora.

“¡Chucha, mi gordita!”, en medio de mi éxtasis post plasta recordé que había dejado a mi mujer con un carro lleno de bolsas. Me limpié-sequé el culo en dos tiempos, me subí el trajebaño y salí. Me estaba lavando las manos, cuando se abre la puerta y me encuentro cara a cara con la vieja de los pinceles, esta vez con su nariz totalmente arrugada y una mueca de asco en su cara. “Huevón roto”, me gruñó. La eludí, cobardemente, y otra vez huí. Sin decir palabra. Era el baño de mujeres. Y qué. Era una emergencia, me autoconsolé. Y fui al encuentro de mi señora, que aún me esperaba en la caja. “Estamos listos”, dije, con una sonrisa.