08 junio 2006

Balas, sirenas y mierda

Por: Enrikín.

Corría el 20 de noviembre de 1993, era un día raro. Algo caluroso y nublado. Cerca del mediodía tres periodistas se juntaban a tomar café cerca del Apumanque.

Estaba todo tranquilo mientras arreglaban el mundo y criticaban los primeros años de la Concertación. Eran viejos reporteros con formación en diarios y radios pregolpistas, pero con nostalgia de los toques de queda de la dictadura y las eternas reuniones de pauta en el triángulo de las bermudas del sector de Morandé con Compañía.

Sí, suena raro, pero el periodista de por sí es un bicho raro. Más odiado que querido, el profesional de la tinta siempre está buscando con que impresionar, enternecer o provocar diversos sentimientos a sus lectores. Alguien debe hacer ese trabajo.

Recuerdo que uno de los ágiles de esta historia siempre me decía "esfuérzate en escribir bien güeón, García Márquez, Capote y Mark Twain fueron periodistas primero...".

Bueno, siguiendo con el tema, estos apóstoles de las comunicaciones estaban en una amena conversación, cuando de pronto se escucharon sendos balazos que venían de la calle.

Demás está decir que el instinto del reportero es contrario al del ser humano común, o sea, en vez de esconderse tienden a averiguar lo que pasa.

Cuento corto, nuestros héroes salen a la calle y se encuentran con que unos delincuentes que escapaban a balazos tras el robo a un banco. Rápidamente llegan policías y comienza la batalla campal en plena avenida Apoquindo, llovían los balazos y en medio había una micro con civiles.

Los viejos reporteros, todos de diarios, buscan teléfonos públicos y empiezan a despachar a las radios más escuchadas, sólo con la intención de informar.

Uno de ellos se quedó en el teléfono más cercano a la balacera, testigo directo de lo que pasaba comenzó a relatar el hecho mientras las balas se paseaban sobre su cabeza, según él mismo me contó:

"Güeón, iba relatando como los pacos y la gente caían en cada ráfaga. Alcancé a ver dos delincuentes muertos y un par de civiles heridos.

También alcancé a ver que al menos 3 delincuentes se subieron a la micro. La gente gritaba. Los pacos estaban vueltos locos, todo era de película.

De pronto güeon, quedó la cagá, se escuchó una orden de paco y comienzan a disparar a la micro, deben haber sido unos 40 segundos de balacera, pero a mi parecieron dos horas...

Estaba saliendo en directo para todo Chile en la radio, así que no podía asustarme ni ponerme nervioso, aunque estaba a unos 50 metros de todo esa locura. En plena democracia güeón.

Tras la intensa balacera vino un silencio que llegaba a dar miedo, el cuál sólo se rompió por las sirenas que se acercaban y algunos quejidos de dolor de gente herida...

Cerré el despacho con el corazón en la boca diciendo que habían al menos 20 muertos y muchos heridos, y colgué. La escena era dantesca

Me acerqué a carabineros y al moverme sentí olor a mierda, pero no le di importancia, estaba más nervioso que la chucha. Di dos paso más y me percaté que era yo... si güeón, me cagué de susto y no me había dado cuenta..."


Esta es una historia real, no hay nombres para proteger a aquellos colegas héroes que pasan por cosas insospechadas con tal de entregar la información. En aquella infernal balacera murieron 18 civiles y los tres periodistas que informaron en directo a todo Chile y arriesgando sus vidas aún se encuentran en el anonimato.