05 abril 2006

Una historia de patas negras

Por: Enrikín.

Hace un montón de años, en un pueblito perdido en algún lugar de la extensa costa de este país había una especie de Don Juan Tenorio, pero con más pinta de patas negras, es decir, un don Juan a la chilena.

El sujeto tenía una buena pinta, hablaba bonito y manejaba un bajo perfil. Como participaba de diversos clubes sociales, siempre se las arreglaba para ponerle los cuernos a algunos viejos que le dedicaban más tiempo a los clubes y organismos sociales que a sus aburridas esposas.

El tipo tenía debilidad por mujeres mayores como ya se habrán dado cuenta mis queridos lectores.

Entre todas sus aventuras figura doña Elsa, quien siempre vestía de riguroso negro con ropas holgadas que no dejaban apreciar su hermoso y bien cuidado cuerpo. Ella se caracterizaba por ser tranquila y devota de la Virgen del Carmen.

Su marido era don Fulgencio, hijo de colonos portugueses, dueño de fundo, bueno para los negocios y conocido por su irritable temperamento. Además era un hombre bastante corpulento.

Nuestro héroe, a quien llamaremos Carlitos, así le decían su madre y hermanas, era el menor de seis hermanos y el único varón.

El jovenzuelo, que no llegaba a la treintena, trabajaba con su padre, dueño del único taller de muebles del pueblucho.

Nadie sospechaba de las andanzas de Carlitos, tenía fama de ser tranquilo y sin vicios. Además era la estrella del seleccionado de fútbol del pueblo. Todos los domingos acompañaba a su familia a la iglesia. En pocas palabras un ejemplo de ciudadano.

Don Fulgencio vivía en una antigua casona en las afueras del pueblo, por el sólo hecho que su esposa no quería vivir en el fundo. Pero el viejo hombre de campo pasaba la mayor parte del tiempo en sus negocios y el fundo, además era el presidente del club de huasos.

Un buen día, cuando Carlitos salía furtivamente de la casa de don Fulgencio, fue sorprendido por doña Edelmira que venía de la casa de su hermana. Ya era tarde y la vieja se caracterizaba por ser zorra y copuchenta. Rápidamente corrió el rumor en el pueblo. Pero no pasó de ser un rumor, hasta que Carlitos dejó un recuerdo involuntariamente. Se le quedó un calcetín por vestirse caminando.

Don Fulgencio encontró la prueba y quedó cachudo. De hecho hace rato que era un cachudo jojo.

Hizo la guardia como tres días, hasta que sorprendió a un tipo que entraba sigilosamente a la casa. Pero no lo pudo identificar.

El viejo entró con la huasca en ristre a su casa, el dormitorio estaba en el segundo piso.

La mujer asustada le dice a Carlitos que se tire por la ventana al patio trasero. Ya era de noche y oscuro.

Cierra rápido la ventana y se hace la desentendida.

-¡¡¡¿Dónde está el maldito... dime dónde está?!!!

No sé que hablas Fulgencio, acá no hay nadie.

El viejo abre la ventana y no ve movimiento alguno en el patio. Estaba muy oscuro debido a una noche sin luna.

Baja hasta la cocina y toma su vieja escopeta. Sale al patio.

La mujer desde la ventana le grita que tenga cuidado con el pozo, que todavía no lo van a arreglar.

El huaso bruto camina con cuidado, mira a todos lados y no ve ningún movimiento. Se queda un rato esperando. No pasa nada.

-¡De aquí no te vas sin un balazo hueón!

Carlitos está en el pozo, literalmente con la mierda hasta el cuello. Desde la ventana cayó al pozo séptico que estaba roto.

Estuvo dos horas en el más asqueroso baño de mierda. Cayó con la ropa en la mano, por lo que ya no le servía. Luego de salir caminó desnudo hasta el río. Era invierno y el agua era hielo. Pero cada respiro era una vomitada. Se bañó un buen rato. Pero se sentía con olor a mierda. Caminó a su casa por la oscuridad de la madrugada.

Entró por la puerta trasera, casi sin hacer ruido. Su madre se despertó y fue a ver que pasaba. El joven tenorio sólo atina a decir que está mal de la guata. Se vuelve a bañar, pero sigue con el olor a mierda. Es horrible el maldito olor.

Sintió por varias noches el maldito olor. De algún modo seguía con él, como impregando en su cuerpo. El olor a caca lo acompañó tanto tiempo que nunca más se atrevió a conquistar una doña casada.

Luego de algunos años y cuando ya había olvidado aquel triste percance Carlitos encontró una buena chica y se casó. Tuvo varios hijos y llegó el alcantarillado al pueblo, es decir, nunca más pozos negros atiborrados de caca.

Fulgencio nunca supo que Carlitos fue el patas negras y doña Elsa aún resopla y se retuerce cuando recuerda las cálidas visitas de nuestro héroe.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

mmm... parejito no mas, parejito el olor que le quedo al wn!... XD

Cla dijo...

Que buena la historia... ¿es cierta?
De todos modos... que ASCO!!!

Juanito dijo...

Esta historia está basada en un hecho real, los nombres fueron cambiados para proteger a los inocentes.

Anónimo dijo...

Mmm... Que le pasa al comité creativo de este blog!

Ya pues!

Anónimo dijo...

la wea de historia la cago pa fome...la mas fome a sido esta
q pasa enrikin!!

COLECTIVERO_SATANICO dijo...

Muy original este blogg de mierda!!

pasaré bién seguido por aKí.


Centro??

Anónimo dijo...

Parecia ma un cuento de Isabel Allende... (en version penca si po jejeje)

Ni fu ni fa..

SIGUIENTE POR FAVOR!!!