01 febrero 2006

El monstruo de la caca

Por: Enrikín.

Existen muchas cosas que nos pueden hacer daño. Pero quizás lo más triste son las comidas malas o extraños brebajes que afecten de forma casi instantánea tu digestión, y de pasada hacen que relajes tanto los esfínteres que no puedes aguantar y te cagues al primer estornudo.

Casi siempre debería haber un baño a mano, un baño amigo, un querido baño, para cuando alguien bebe o come algo a lo cual su estómago no está acostumbrado, es la primera regla de un buen sibarita. En esta historia (en la que cambiaré los nombres para proteger a inocentes) no ocurrió así. Bueno, casi no ocurrió así.

Corría 1999, casi a fin de año. Un grupo de buenos amigos se juntaron después del trabajo para hacer el típico brindis previo a Navidad y año nuevo. Eran cerca de las 19.30 horas, y en el centro de Santiago hacía un calor de mierda. Eso ya era mal augurio.

Juntos llegaron la chica Olga, Charly y Martín. Como siempre, Pancho llegó una hora atrasado al encuentro.

Martín y Charly se comieron unos sendos sánguches de pernil con palta, tomate y ají verde, detonadores por excelencia. La chica pidió algo vegetariano y Pancho dijo que había comido en el trabajo. Mientras conversaban y comían se tomaron tres botellas de vino.

Martín, el más viejo del grupo dijo que se iba a tomar un cola de mono heladito. A lo que Charly, el más joven, también se sumó. La chica y Pancho siguieron con vino.

Yo personalemente, le tengo miedo al cola de mono. El ingrediente leche para mi es fatal. De algún modo imagino que exita los intestinos y los hace trabajar como quien ofrece un bono de fin de año a sus trabajadores de sueldo mínimo.

Bueno, pa seguir con la historia, un par de horas más tarde ya estaban contentos, la chica se tomó su última copa al seco y se fue bastante borracha.

Pancho se tomó una cerveza y también se fue a la chucha, por lo que Charly y Martín tuvieron que subirlo a un taxi.

Luego, los dos amigos volvieron al local donde estaban y siguieron con el cola de mono. Se tomaron tres botellas de litro. ¡Tres botellas de litro! Luego se fueron para su casa.

La fatal ingestión tuvo mierdales consecuencias para ambos compañeros de combate.

Charly se fue caminando porque vivía relativamente cerca. Los retorcijones comenzaron a los pocos pasos. Eran tan fuertes que se le pasó hasta la curadera, trató de caminar más rápido, incluso corrió, pero fue peor, ya sentía que el juguito le salía por el culo. Sentía que tenía un Alien en la guata, o una criatura con vida buscando salir del cautiverio intestinal.

Martín se fue en micro con su pesado bolso. La micro iba llena y cada vez que acomodaba el bolso se le caían un par de peos, de esos que te dejan calientito el calzoncillo, así como con aliento. La gente ya lo estaba mirando feo. Hasta que alguien le espetó ¡termina de cagarte weón chancho!

Martín se baja de la micro como a 5 cuadras de su departamento, también camina apretando dolorosamente, sabe que se ve ridículo, pero no quiere cagarse en los pantalones.

Mientras, nuestro otro protagonista ya estaba a una cuadra de su casa, pero la procesión era espantosa. Cada 10 pasos una violenta frenada para aguantar el vendaval de mierda que se venía. Charly transpiraba frío, se sujetaba a los postes, parecía que iba a morir.

Martín ya estaba en los escalones de su edificio. Saluda al conserje y entra rápidamente y con un extraño zangoloteo al ascensor, presiona el botón 11 y ahí mismo se caga hasta el cogote. La mierda sale por los pantalones, siente el río tibio por las piernas, entra a los zapatos y es la más hedionda que ha olido en años. Deja un lago de caca en el ascensor y una fétida estela lo sigue hasta su puerta.

Charly también está llegando y parece que lo va a lograr, pero al meter la llave en la puerta del departamento ¡pum! Salió la cagada como un aluvión. Parecía cascada. Chorros y chorros de mierda caían por sus piernas mientras daba vuelta a la chapa. Sacó la llave y la metió en la otra chapa y el mierdal seguía saliendo.

Entró rápidamente dejando un río de diarrea hasta el baño. Luego de limpiarse tuvo que ir a limpiar la entrada de la puerta y seguir con el río de mierda hasta el baño. Suerte que nadie lo vio.

Martín tuvo peor suerte. Como dejó la cagada en el ascensor, los maricones conserjes lo sapearon al día siguiente con su señora y más encima le contaron a algunos vecinos. El pobre estuvo castigado como tres meses y con la amenaza de internarlo en una clínica para alcohólicos "porque no te podís andar cagando en los pantalones", le dijo su señora.

Bueno mis queridos lectores, les cuento esta historia real para que la próxima vez que vayan a tomar o beber, o ambas cosas, tengan cuidado con provocar al monstruo de la caca porque no perdona. No es ninguna gracia que una feroz cagada los pille caminando por un céntrico paseo o arriba de una micro.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me acordé de un amigo, que se fue al norte, se puso a carretear y pa dárselas de autóctono, empezó a tomar chicha, pero mucha...Cuando llegó le pregunté como le había ido y me contó que ya llevaba como una semana con cagadera. XD!


Weno, saluos!

Anónimo dijo...

Me fascina el cola de mono pero le tengo un respeto increíble.
Deberían inventar algo para no tener esos efectos secundarios.

Saludos.

Cla dijo...

De temer la historia...
por suerte le hago el quite al cola de mono... aunque es muy rico.

Anónimo dijo...

Prfff... pero como tanto, yo kreo ke al 99% de la poblacion le sucede lo mismo con el cola de mono. Esa wea es pa tomarse 1 o 2 vasos, no mas. En fin.