15 febrero 2006

Después del cine

Por: Polakín.

Y hablando de peos me pasó una hueá, nada más y nada menos, el fin de semana que recién pasó.

Fuimos a ver esa cosa de película que se llama El Grito. Me asusté y salté demasiado para lo que es mi perfil de hombre. Pero bueno, pensé en ir a verla para eso, asustarme, y justamente eso fue lo que sentí, sí hueón, mucho susto.

En la mitad de la película lo único que quería era que terminara, y no sólo por miedo, si no que también por una hinchazón que me tenía tieso. Habíamos comprado esas promociones para parejas de cabritas y bebidas, las cuales ya me tenían reventando.

No soy tan ordinario como para cagarme y soltar un peo en el cine, ¡no señor! pero les juro que ésta vez lo pensé. También se me ocurrió pararme al baño como quizás cualquier mina u otro mortal hubiese hecho, pero concluí que si me iba al baño la gente pensaría que era un miedoso de mierda y estaba arrancando de la película, y eso, debido a mi personalidad tímida, me daba un poco de vergüenza. Y sí, soy miedoso, ¿pero para qué insinuárselos?

Simplemente no podía cagarme ahí. Tenía muy presente que en la mañana y después en la noche mientras me vestía para salir al cine, había expulsado dos peítos bien ricos y bien fétidos. Sonreí recordando que hasta los celebré diciéndome "¡a chucha que estamos cagaos!".

Me acomodé varias veces en mi asiento, me desabroché el cinturón y quise hacerme el hueón lo más que pude. En un momento de mucha inquietud mi polola me preguntó ¿te duele la guatita? , y le respondí que shí, un poquitito. Y yo para mis adentros pensaba ¡por la rechucha que estoy hinchao!

Sentía calor y no sé si era la sala o yo el que tenía alterado el receptor de temperatura. No sé, pensaba en la posibilidad de que se cayera el techo o las paredes se juntaran para aplastar a todas las personas, y así por fin en medio del caos, poder soltar el gas. Pero nada.

Al rato, por suerte, gracias a mi concentración budista y mis años de experiencia controlando las ganas, el peo se fue para adentro de mi humanidad y dejó de hueviarme. Sí, como que se devuelven estos hueones después de que cachan que no tienen por donde salir. Así que fui feliz durante varios minutos, y sólo me distraía la mona fea asesina de la película.

Así hasta que terminó. Nos paramos, bajamos las escaleras y nos fuimos caminando hasta el estacionamiento. Sacamos unos cigarrillos y a los segundos, ehm... ¡sí weón, por la cresta! Regresó, me atacó, aquel amenazante peo de hace un rato volvió para salir, y esta vez venía decidido.

Prácticamente lo tenía en la punta de la lengua (para que se hagan una idea), y yo con mi brazo en los hombros de ella íbamos pegaditos caminando y comentando lo que habíamos visto hace un rato, mientras yo ponía cara de hácete el weón.

Mantuve la calma, sépanlo. Soy un hueón bakán e inteligente (me dije en ese momento), así que mientras nos acercábamos al auto pensé en tirármelo después de que ella se subiera. Por suerte, señoras y señores, soy un caballero, hay que decirlo, así que siempre acostumbro a abrir la puerta del copiloto para que ella se suba, y también lógicamente acostumbro a cerrarla. Como se darán cuenta, eso me daba tiempo mientras ella estaba dentro del auto para que yo dejara salir al maldito peo, y quedar en paz con mis intestinos.

¡Genial! ella se subió, cerré su puerta y comencé a caminar bordeando el vehículo por la parte de atrás. ¿Por qué no por delante? se preguntarán ustedes. Porque por delante ella me mira, y yo no quería que viera mi expresión de relajo mientras levantaba un poco el cachete derecho para darle luz verde y escape libre al peo.

La cosa es, ¡señores y señoritas! Que me lo tiré. Fui feliz y suspiré.

Abrí mi puerta, me senté y acto seguido, cerré. Yo no sé, ahora que lo pienso parece que la maldición de la película me siguió o lisa y llanamente, soy muy hueón. Porque luego de soltar el esfínter, el peo me abrazó y se aferró a mí con fuerza para acompañarme hasta adentro del auto. La pobrecita de mi polola se comió todo el peo conmigo y lo único que atiné a hacer fue abrir la puerta a la velocidad del rayo, y comenzar a moverla hacia adentro y afuera para ventilar el auto. Hedionda la hueá de peo, ¡hedionda, la cagó! Ni yo lo soportaba.

Me bajé del auto, ella también bajó, y me reí un rato con ella. No pasó a mayores. Pensé en el Blog, y le comenté que lo escribiría.

Claro, pero en nuestra relación y la dignidad de un macho, estas cosas no se olvidan. Al día siguiente la pasé a buscar, me subí al auto y me preguntó "¿no te vay a tirar un peo, cierto?", se rió de mí y yo con pica respondí "no, pero sigue hueviando porque lo voy a contar quieras o no".

10 comentarios:

Cla dijo...

:)
Jocoso...

Anónimo dijo...

:p
Jocoso....

Anónimo dijo...

=D
Jocoso...

Anónimo dijo...

XD
Jocoso...

young_supersonic dijo...

JA, JA, JA. LA MEDIA HISTORIA COMPADRE.
SI SIENTO OLOR A PEO EN UN CINE, MIRARÉ X SI ESTÁS SENTADO CERCA MÁS ADELANTE.
GRACIAS X TU CONSEJO EN MI ULTIMA COLUMNA.
SALUDOS

Anónimo dijo...

leo el relato y recuerdo cierta historia que me contaron, resulta ser que un amigo fue con su expolola a la comida china y posteriormente a un motel, ahi estaban afanandose en su noche de pasión cuando a ella se le escapa un peo y salió volando un poco de las verduras que acompañan el chapsui de pollo.

que terrible fue para el, incluso te cuento que terminó, fue un trauma muy grande.

buen blog ;)

Remiso dijo...

jajajajajja. nooo. Es una de las grandes aventuras dele sfinter que he leido. jajaja.

Anónimo dijo...
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

sandra ( temuco )
la verda te pasaste a mi igual me paso algo parecido, es realmente incomoda la weaita, que quieres que te diga aguantaste raudamente esa situacion y te felicito !!!!